La Patagonia Rebelde
Otra vez como hace tres años atrás, estábamos a punto de
comenzar otro de los grandes viajes
soñados por mucho tiempo. En aquella oportunidad fue Machu Picchu y esta vez era Ushuaia la meta que teníamos pendiente.
Yo creo que fueron varios años los que Fabio fue planeando
el derrotero a seguir. Esta vez en verdad no intervine en la decisión de elegir
el destino, ni siquiera la elección de las rutas. Con Raúl, que junto con su
hermano Alberto, este año se agregaron al grupo, revisaron cada rincón de la
ruta, teniendo en cuenta los relatos de otros viajeros que ya habían hecho esa
ruta.
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Parque Nac. Torres del Paine |
Y cuando digo que Fabio hacía varios años que venía
concibiendo la idea de este viaje, lo vi reflejado, a medida que iban
transcurriendo los días y los lugares que visitábamos. No dejo nada librado al
azar. Cada una de las estaciones de servicio donde recargábamos, estaban
perfectamente sincronizadas y calculadas de acuerdo a la autonomía que teníamos
en cada moto. Hasta los horarios de llegada estaban casi cronometrados. Tal es
así que, el remolonear a la mañana en el desayuno o al acomodar el equipaje en
la moto para salir y no respetar el horario estipulado de salida, hacía que lo
sufriéramos llegando de noche a las ciudades, donde, conseguir hospedaje se
hacía más complicado y muchas veces hasta imposible.
Hay que tener en
cuenta que no es lo mismo llegar al lobby de un hotel a las diez de la noche
vestido de “elegante sport”, que aparecer como forajidos, llenos de tierra o de
barro, en algunos casos. Las camperas, con decoraciones multicolores que nos
van dejando los bichos que se cruzan en nuestro camino. Y qué decir de nuestros
cabellos. Después de horas con el casco en la cabeza, los pelos quedan parados, producto del “brushing” involuntario,
logrando un look al mejor estilo “actor de telenovela adolescente”. Así que, imaginen
esa situación al traspasar la puerta del hotel y solicitar alojamiento para
diez tipos.
Yo creo y tomando esto a la risa, que, Hollywood lo
haría así:
Toma 1…enfocaría de espalda a los diez tipos caminando en “slowmotion” hacia el frente del hotel. De
noche y saliendo vapor de las alcantarillas.
Toma 2…. cámara al ras del piso en el lobby (siempre en
slowmotion), enfocaría de frente la parte baja de la puerta abriéndose y
enfocando solo las botas embarradas dirigiéndose al mostrador.
Toma 3… el recepcionista, un mequetrefe, obviamente de
anteojos, atemorizado ante semejante visita: forajidos que comen perros,
sucios, oliendo a calza con 10 días sin lavar. Barbudos
Toma 4….de frente,
los forajidos se sacan los cascos, sacuden sus cabellos a un lado y al otro de
la cabeza y preguntan (mientras se escucha que se frena la música de
fondo)…. ”Tenés habitaciones baratas? Se
puede pagar con tarjeta? Hay alguna con cama matrimonial? Agua caliente?
Estamos muertos de friiiiooo!!
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Aparecer con esta facha en el lobby de un hotel!! |
Si a ustedes esto les parece gracioso, lo vivíamos cada vez
que llegamos de noche a cada ciudad.
Fuera de bromas, no es fácil conseguir alojamiento. Más que
nada por el preconcepto que la gente tiene de los motociclistas. Imaginan que
nos emborrachamos y rompemos todo. Que prendemos fuego las cortinas y andamos
corriendo desnudos por los pasillos. Y tantas otras historias de películas que
se imaginen.
Es más, cuando llegamos a Ushuaia, veníamos de una llovizna
que nos había mojado bastante, entramos al hotel, que era de esos que tienen
unas cuantas estrellas en el frente,
bastante sucios. Los pisos eran alfombrados, el lugar olía bien, en el
lobby había gente de traje y vestidos largos. Teníamos la leve sensación de
acaparar todas las miradas, no sé por qué. Yo pensaba, cuando nos acercamos al
mostrador... “este tipo, en cualquier momento llama a seguridad y nos saca
corriendo”. Pero, se nota, que están acostumbrados al turismo que viaja en
moto. Y más cuando nos ven bañados, con ropa “de civil”, ven que debajo de esos
cascos y de toda esa ropa llena de tierra, polvo e insectos, hay personas de
carne y hueso.
Volviendo a las demoras a la hora de salir, muchas veces se
producen no solo producto, de un par de medialunas de más, de algún llamado a
último momento de la madre naturaleza o ese ratito más en la cama, sino también,
debemos sumar los imprevistos, que en este viaje estuvieron a la orden del día.
Por suerte, todos esos percances fueron solucionables. Hay que tener en cuenta
que con diez motos, las posibilidades de sufrir averías se multiplican.
Siguiendo con las demoras, otro tema a tener en cuenta con
los grupos grandes, es la carga de combustible. Dejando de lado la pachorra,
(para no nombrar lo que, se separa del trigo), que tienen los playeros del
interior, que es enfermiza. En muchos casos, en que desaparecen y no te atienden,
los curábamos despachándonos nosotros mismos. Como por arte de magia, hasta
debajo de la tierra salían para atendernos, tenerlo en cuenta.
Un gran número de motos, hace que, las recargas, más un
cafecito, el uso del baño y otros menesteres, tranquilamente te lleve una hora
hacerlo. Pero este año, casi sin planearlo se formaban dos o hasta tres grupos,
que de acuerdo al manejo más o menos deportivo, hacía que, al llegar el segundo
grupo, el primero ya había cargado y emprendía la marcha al ver que el resto
del grupo venía bien.
El único inconveniente con este sistema es cuando hay algún
desperfecto, como pasó, si el que tiene la herramienta específica, va adelante,
se complica un poco. Hay que rebuscársela con lo que se tiene. Y ahí es donde
viene lo bueno, el tener que buscar la solución al inconveniente que se
presente con lo que uno lleva encima, con lo que uno tuvo la precaución de
cargar, “por las dudas”. Ese “por las dudas” hizo que, hasta llevara como repuesto una bomba de nafta, algo
que es muy común que se dañe en las BMW,
lo digo por experiencia.
Un capítulo aparte también lo merece el equipaje. Que es lo
que uno imagina que va a necesitar llevar y que es lo que realmente se llega a
usar en un viaje de tantos días, tantos kilómetros y a un lugar tan al sur, con
lo que ello implica. Mas abrigo, mas mudas de ropa, más de todo por las dudas.
En mi caso particular llegue a preparar 17 mudas de ropa interior (remera,
calzoncillos y medias) una por cada día.
Como no entraba en los valijones, calcule cuantos días teníamos hasta el primer
sitio donde estaríamos más de un día, y allí llevar a lavar la ropa a un
lavadero. Las mudas se redujeron a siete. Y la realidad es que con 3 o a lo
sumo 4 hubiesen alcanzado. Por las noches mientras uno se baña lava la ropa
interior y al otro día con la calefacción teníamos la ropa seca para guardar.
Eso ya no cuenta como “reciclar”.
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Esto es lo que siempre llevamos, "por las dudas" |
La partida
Desde Santa Teresita (Buenos Aires)
hasta Gral Roca (Rio Negro)
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La partida desde Santa Tersita |
Habíamos planeado reunirnos a las seis y media para estar a las
siete en la ruta. Todo salió como lo planeamos, de a poco fueron llegando Manual
en su GS800, Fabio en su Transalp, Raúl en su Supertenere 1200, Alberto en la
GS1200, Alejandro en la Versys, Edgardo con la otra GS1200 y yo con una GS800.
La mañana estaba fresca, como dándonos un adelanto de lo que
en un par de días nos esperaba. Muchos, entre los que me incluyo, no nos
pusimos todo el abrigo encima, como diciendo, “si acá me pongo todo el abrigo,
que me espera en Ushuaia?” Y así fue que, pasando Mar de Ajo, a solo 25
kilómetros de haber salido, la niebla que nos acompañó hasta casi llegar a
Pinamar, estaba helada, llegando en algunos tramos a descender hasta los 2
grados. El café que nos esperaba como desayuno en Las Armas, nos vino como una
bendición para elevar la temperatura corporal.
Con más abrigo, tomamos la ruta nuevamente con destino a
Benito Juárez, ya con el sol a nuestras espaldas. Ahora sí, la temperatura era
más agradable. Pero como comúnmente se dice, lo bueno dura poco. Llegando a
Tandil el cielo se empezó a cubrir de nubes. Y al llegar a Tres Arroyos, una
fina garua comenzó a acompañarnos. Así que aprovechando la recarga de
combustible, nos pusimos la ropa impermeable.
Como no podía ser de otra manera, y como toda vez que me
toco transitar la ruta tres entre tres arroyos y Bahía Blanca, el viento estuvo
presente de manera intensa. Lo que hacía que los trajes de agua perdieran de a
poco efectividad, sintiendo la humedad en la parte más baja de la espalda
principalmente, lo que comúnmente llamamos el cárter.
Así fue, que, hasta pasando un poco más allá de Coronel
Dorrego, más precisamente al llegar a la curva que hace la ruta 3 al pasar
sobre el rio Sauce Grande, la lluvia ceso.
El cruzar Bahía Blanca, siempre es un dolor de cabeza. La
larga y constante caravana de camiones rumbo al puerto, sumado al mal estado de
la ruta en el tramo que cruza las vías del tren dentro de las instalaciones
portuarias, hace que el grupo se desmembrase, tratando de adelantar la lenta
marcha de los mastodontes cargados de cereales y esquivar los innumerables baches del camino,
para reagruparse en la estación ESSO a la salida de la ciudad. Allí nos pudimos
quitar los trajes de agua, y seguir con una hermosa tarde rumbo a General Roca.
La larga recta que atraviesa Rio Colorado y continua hasta
Choele Choel, se hizo interminable. Kilómetros y kilómetros de campo y más campo. Cuando nos agrupamos en el
ACA de esta ciudad, Raúl nos comenta que tiene un problema con la Supertenere.
Los cambios no bajaban de la cuarta velocidad, y debía tocar varias veces la palanca de cambios para
que, de mala gana, bajaran. Un verdadero dolor de cabeza, y más que le pase el
primer día de viaje, se quería morir. Llamó a la agencia donde, hacia una
semana atrás había hecho el service, pero no tenían idea de esa falla. Pensamos
que quizás le pusieron un aceite sintético (mucho más liviano) en lugar del
semi-sintetico que debería llevar, y por eso no acoplaban bien los cambios.
Llamó también a un técnico de Yamaha Argentina y después de un buen rato de
pruebas, los resultados fueron nulos. Se me ocurre llamar a un amigo que tiene
una maquina igual en Venado Tuerto,
Daniel “el turco” Saizar, que luego de comentarle la falla, me
dice…”lubricale las dos articulaciones que tiene la varilla que transmite el
movimiento de la palanca de cambios a la
caja, así de simple”. Confieso que yo y todo el grupo dijo lo mismo….”naaaa que
va a ser eso si el movimiento de la palanca es
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El dolor de cabeza de la Supertenere |
perfecto”. Así que no le hicimos
caso. Casi diez días después cuando se encuentra con otra moto igual en Ushuaia
y entablar una charla, le comenta acerca del problema y le vuelve a dar la
misma solución. A lo que volvió a no hacer caso. A solo un día de terminar el
viaje, se le ocurre echarle un poco de aceite de cadena a esas articulaciones y
ahí ocurrió el milagro, se solucionó el problema de la caja de cambios. Una
verdadera pavada. Me extraña que la
gente de Yamaha que no estén al tanto de este problema, a pesar que, con todas
las que nos cruzamos, nos comentaron a cerca de dicha falla.
Al no encontrar una solución en ese momento, decidimos
continuar la marcha, llevándola como podía, y lidiando con el intenso tráfico
de camiones presente en este tramo de ruta, la mayoría con la mitad de las
luces que deberían tener, y desbordados de manzanas. Iban dejando sobre la ruta
un reguero de estas, a las que esquivar.
Como si esto fuera poco, con la demora sufrida, la noche se hizo presente.
Llegamos exhaustos después de casi doce horas de haber salido y recorrido unos
1150 kilómetros, a General Roca, a un
muy bonito hotel sobre la ruta que nos habían recomendado. Después de la ducha
cenamos en una parrilla frente al casino.
Día 2
Desde Gral Roca (Rio Negro) hasta Esquel (Chubut)
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Saliendo de Gral. Roca |
Costo dejar la cama temprano, pero los 750 kilómetros que
teníamos por delante, requerían que aprovechemos las horas de sol a pleno. El
tramo de la ruta hasta Piedra del Águila, que suele ser interminable, este año
se pasó casi sin darnos cuenta. Poco antes del mediodía en Piedra del Águila, estábamos almorzando unos ricos sándwich de
milanesa en un sucucho a la vera de la ruta.
Aquí comienza la parte linda de la ruta, la vista al Embalse
Ramos Mexia. Las montañas como fondo y lo serpenteante del camino se hacía
llevadero. Pasamos el puente del Collón Cura y comenzamos a bordear el embalse
Alicura hasta llegar a Confluencia, donde al otro lado del puente se encuentra
la estación de servicio del ACA, indicándonos que ya falta muy poco para llegar
a Bariloche.
De aquí en adelante, el camino acompaña al rio Limay en cada
una de las curvas que éste tiene hasta llegar al lago Nahuel huapi. Yo me retrase
tomando fotografías de estos hermosos paisajes, que en esta época del año, los
sauces que bordean el camino tienen unas tonalidades que van del verde pasando
por unas gamas de amarillo hasta llegar
a un rojo intenso antes de terminar en el piso.
A solo 50 kilómetros de llegar a Bariloche, veo a una parte
del grupo en la banquina, con cara de preocupación. Era la GS1200 de Edgardo
que se detuvo y no quería volver a arrancar. Corriente tenía pero le faltaba
comida. Ya con experiencia en estas bombas de nafta y sabiendo que fallan,
tenía en mi poder una de repuesto, es la misma que lleva el Renault Megane, con
los mismos conectores. Sacamos la bomba luego de desarmar las cachas. Con el téster
constatamos que tensión le llegaba, pero la bomba no giraba estaba frenada.
Cuando saco la manguera a la salida de la bomba, la nafta salió a presión,
indicando que algo estaba tapado. Sin la manguera la bomba giraba bien. Al dar
vuelta el conjunto bomba-tapa de tanque, el filtro existente debajo de la tapa
comenzó a despedir una nafta sucia. Como es una unidad sellada, lo llenamos y vaciábamos muchas veces hasta que la nafta salió limpia, armamos todo
y la moto arranco perfectamente.
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Aflojando la tapa de la bomba de nafta |
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la bomba afuera, se ve el filtro que se tapo (blanco) |
Continuamos viaje, pues por delante teníamos a tres
integrantes que no tenían idea del motivo de la demora. El plan original era
encontrarnos en la caminera que estaba al cruzar la naciente del rio Limay. No
estaban. Después nos enteramos que habían aprovechado nuestra demora para
cambiar el aceite de la Supertenere para ver si de esta forma solucionaban el
problema de la caja de cambios. Decido seguir la ruta original, o sea, bordear
Bariloche, por la traza de la ruta 40, en búsqueda de una estación de servicio
donde cargar, pues veníamos andando con el olor, a punto de quedarnos tirados
por la falta de combustible. Lamentablemente sobre la ruta que bordea Bariloche
no hay ninguna estación. Así que decidimos seguir hasta donde pudiéramos y allí
trasvasaríamos de alguna GS1200 o las KLR, para poder hacer los 110 km que hay
hasta el bolsón.
Ya desahuciados, y a la espera de quedarnos sin combustible
de un momento a otro, como un milagro,
aparece a mano izquierda del camino una estación de servicio del ACA, justo
frente al Lago Mascardi. Fue una verdadera alegría encontrarla. Yo tenía un vago
recuerdo de esta estación, pero estaba en la duda si estaba saliendo de San Martin de los Andes o
de Bariloche. Por suerte estaba aquí. Así que, de a poco fueron llegando el
resto del grupo y aprovechamos a calentarnos con un café, pues el frio ya se hacía
presente.
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El ACA de Lago Mascardi |
Recargamos combustible en el Bolsón, aprovechando la
diferencia de precio, y continuamos acompañados por los últimos rayos del sol.
No sé, si será casualidad, pero no hay una vez que no vaya a Esquél que no
llegue de noche. Nunca podemos ver la bella entrada al pueblo de día, tampoco ver el recorrido de las vías del tren “La
Trochita”, el cual la ruta cruza antes de llegar a la ciudad.
Tercer día
Desde Esquel hasta Coyhaique(Chile)
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Esquel |
Fue duro levantarnos, pero teníamos que temprano conseguir
algunos pesos chilenos para los gastos menores del lado chileno, para los demás
gastos usaríamos la tarjeta de crédito para abaratar costos por la diferencia
del cambio. Desayunamos en una estación de servicio mientras Fabio fue a
conseguir chilenos, José aprovecho a cambiar la cubierta trasera nueva que
traía paseando entre el equipaje, pues amaneció con la rueda en llanta.
Como es de suponer, la casa de cambios abuso de nosotros.
Pero era el único lugar donde conseguir dinero chileno, para peajes, comida
donde no aceptaran tarjetas.
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A metros de la aduana Argentina |
Con bastante demora tomamos la ruta 259 rumbo a Trevelin,
para allí atravesar el pueblo rumbo al paso fronterizo Futaleufu. El paisaje
para llegar allí bordea el rio que da
nombre al paso, es hermoso. El rio forma unos meandros de aguas celestes,
mansas y bordeados de una espesa vegetación.
El trámite aduanero argentino fue rápido, porque la oficina
estaba informatizada, y con solo la patente del vehículo salió impresa una
extensa planilla. Así que en cuestión de minutos estábamos en la aduana
chilena. Allí nos revisaron el equipaje buscando verduras y carnes.
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Empleados aduana chilena |
Con la máscara del
caballo rompimos el hielo y recibimos la buena onda del personal de aduanas
chileno que se fotografiaba con nosotros. Dejaban de atender a los turistas en
los mostradores para venir a fotografiarse con el caballo.
Una vez terminados los trámites aduaneros chilenos,
comenzamos a transitar una ruta que transcurre entre chacras con construcciones
de chapas y madera, muy antiguas. Parecía que habíamos pasado por el túnel del
tiempo y no por la aduana. Me hacían acordar a los campos norteamericanos que
vemos en las películas, con sus graneros descoloridos y derruidos, con viejas
maquinarias agrícolas y vehículos
arrumbados, semienterrados por los alrededores, que alguna vez trabajaron esas
tierras, y hoy son testigos del avance de la tecnología que los dejo de lado.
Aunque, el tipo de
cultivos y sembradíos se parecen más a los europeos, o sea pequeñas parcelas, pues las características
del terreno no permite que hayan grandes extensiones de terreno cultivables.
El camino trascurre bordeando distintos ríos de aguas color
turquesa, de origen glaciar en su mayoría, por este motivo, su característico
color. Y forman profundos cañadones, los cuales cruzamos a través de llamativos
puentes colgantes de color anaranjado, que contrastan con el verde de los
alrededores. Muy parecidos al Golden Gate pero obviamente en menor escala.
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Tipicos puentes de la Ruta Austral |
En muchos lugares, por no decir en la gran mayoría de su recorrido, la ruta esta tallada
en la pared de roca que bordea ríos o lagos, otorgando unas vistas hermosas y
dándole una cuota de emoción a la conducción, porque un error y terminas en el
agua.
A las 14 hs estábamos en la bifurcación de las rutas 231 y
235. En ese cruce había una pequeña….como decirlo… cafetería, bodegón o pulpería,
que parte del grupo que llego primero, aprovecho para calmar los estómagos. El
resto seguimos con destino a Santa Lucia,
donde tomaríamos la mítica ruta 7 más conocida como la Carretera Austral. Y nos
detendríamos para almorzar, ya que era
un pueblo más grande.
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Staying Alive |
Para nuestra sorpresa el lugar estaba desolado, ni perros
había en la calle. Parecía uno de esos pueblos de utilería en medio del desierto
norteamericano, que se usaban para las pruebas de los efectos que causaban
las bombas atómicas. Así que, encontrar donde almorzar o un almacén
abierto fue en vano. Tuve que recurrir a una de las latas de atún que había
llevado en los valijones, haciéndole caso a una loca sugerencia de Manuel, que temía
no conseguir víveres en algún tramo del camino, a lo que respondimos con risas
y carcajadas, en su momento. Pero menos
mal que seguí el consejo y pude almorzar al costado del camino mientras esperaba
al resto del pelotón que venía retrasado.
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Este puente es mio |
A poco de transitar, comenzó a llover. Otra vez y para no
perder la costumbre nos tuvimos que poner los incomodos trajes de agua. El
camino a pesar de estar en perfectas condiciones se formaban charcos de agua y
un barro muy líquido que enchastraba bastante. Pero el piso debajo del barro
era firme, por lo que daba confianza a la conducción.
La Carretera Austral en
este tramo, acompaña el recorrido del rio Frio, hasta llegar al límite con la
región 11 de chile también llamada Aysén,
donde comenzamos a bordear al Rio Palena, hasta llegar a un hermoso
puente colgante color naranja que cruza el rio Rosselot, y comienza el acceso
al pueblo de La Junta, donde cargaríamos combustible.
Ellos nos comentaban que
la ruta que teníamos por delante, estaba en reparación en muchos tramos. Y en
uno de ellos, lo cortaban desde las 14 hasta las 17 para poder dinamitar y
abrir paso a la ruta que con las lluvias, las laderas cercanas se habían
desmoronado y cortaban el paso.
La ruta aquí corre en medio de una espesa selva austral, húmeda,
una vegetación compuesta por helechos gigantes y cañaverales de coihues, rodeada
de lagos y ríos con aguas cristalinas. El ripio cambia de un pedregullo
prensado como el asfalto, a piedras bola del tamaño de pelotas de ping pong
sueltas, que exigen máxima atención al manejo. En las curvas, había que
aminorar hasta casi detenernos y en las rectas acelerar a veces hasta los 90 o
110 km/h para que el serrucho no se haga sentir. En varias oportunidades alguna
que otra distracción mirando los alrededores, más de uno tuvo que corregir el
rumbo para no ir a parar a la zanja.
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Puerto Puyuhuapi |
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Puerto Puyuhuapi |
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Puerto Puyuhuapi |
Llegamos a las 17 hs a Puerto Puyuhuapi, una muy vistosa
aldea, muy pintoresca y ordenada, a orillas de lo que parecía un lago, y que en
realidad era una lengua del océano Pacifico, que entra en medio de fiordos
hasta aquí. Nos dimos cuenta de esto, por el olor en el aire a la misma bruma
que sentimos en nuestro pueblo por las noches de invierno proveniente del mar.
En el almacén me lleve mi primer chasco, al comprar unas galletitas, la
variedad y marcas desconocidas a las que estamos acostumbrados, hizo que
agarrara galletitas sin sal. Eran incomibles, pero el hambre que había, hizo
que desaparecieran.
Todos pensábamos que habíamos llegado al destino previsto
para este día. Pero Fabio nos desmoralizo con la noticia que todavía faltaban
recorrer 230 kilómetros de ripio, lluvia, barro y selva. Y no solo eso, cada
veinte o treinta kilómetros había cuadrillas de maquinaria vial trabajando en
medio del barrial en que se había transformado la ruta. Después de unos cuarenta kilómetros la ruta
inicia una pendiente en zigzag en medio de una espesa vegetación para sortear
el cordón montañoso que divide el Parque Nacional Queulat. Después de un descenso de unos casi cien
kilómetros, llegamos a Villa Mañiguales, ya entrada la noche. Los
dos únicos hoteles del pueblo, bien del estilo de los que me gustan a mí, eran
muy, pero muy parecidos a los conventillos de la Boca, o sea de chapa y madera.
Y en los dos nos dijeron que estaban
completos.
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Puerto Puyuhuapi |
Una de dos, o ese día había una convención de algo, que lleno el pueblo, o no querían
alojar a forajidos llenos de barro. Así que sin otra alternativa, decidimos
hacer un sacrificio y seguir en medio de la noche y una persistente llovizna
hasta la ciudad de Coyhaique, pero con
asfalto. Así que, siendo las 22,30 hs
por fin llegamos a dicha ciudad, muy grande por cierto.
Después de casi una hora de buscar alojamiento, y rebotar sin
suerte de uno a otro, y la mayoría, sin capacidad para 10 personas, dimos con
un hotel con capacidad para alojarnos, pero…. por la módica suma de U$s 50 per cápita.
Yo me negué a pagar esa suma por solo unas pocas horas de sueño. Me pareció una
locura, pues no era ni el Hilton ni el Sheraton, y había que cuidar el
presupuesto, porque aún faltaban 14 días más por delante, así que, con Silvio, José
y Fabián decidimos seguir buscando por uno de mejor precio.
El grupo Vip de alojo
allí. Pero, lo que son las casualidades.
A solo 20 mts del hotel VIP encontramos un alojamiento cuya fachada no era para
atraer clientes justamente, todo lo contrario. Pero tenían lugar, y la
habitación era todo lo contrario a la fachada. Los somiers tenían una altura de
70 cm del piso, y la habitación era muy amplia y cómoda tipo loft, a solo $200
argentinos cada uno. Cabe aclarar que el
entorno de la cabaña, llámese…patio, no era el jardín japonés precisamente. Había
desde un gallinero hasta un desarmadero de cachivaches metálicos.
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cabañasde Coyhaique |
Mientras fuimos a cenar, Silvio desarmo el KLR para acceder
al radiador, pues en el último tramo del viaje comenzó a sentir olor a líquido
refrigerante. Allí se dio cuenta que, una vena de éste estaba pinchada, así que,
en medio de la noche, con la ayuda de la Poxilina soluciono el problema.
Temprano por la mañana completo el nivel de líquido y quedo con la maquina
lista para seguir viaje.
Esa noche, no me la voy a olvidar nunca. Después de haber
pagado el alojamiento y una carga de combustible, no teníamos más pesos
chilenos. Nadie nos quería aceptar pesos argentinos y mucho menos dólares. Así
que caminamos y caminamos hasta dar con uno de los pocos lugares de comida que
estaba abierto, y que trabajaba con
tarjeta de crédito, porque si no hubiéramos
terminado durmiendo sin cenar. O, recurrir a mi última lata de atún y un
par de galletitas sin sal.
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Coyhaique(Chile) |
A la hora prevista nos levantamos. Costo pero nos
levantamos. Silvio comenzó a armar el carenado de su KLR, José y Fabián se
pusieron a tensar la cadena de la otra KLR que venía herida en la transmisión.
Como en las cabañas no teníamos desayuno incluido, me puse a prepararlo, para
los cuatro, con el único saquito de café y unos sobrecitos de azúcar, que me
habían quedado en un bolsillo del bolso,
del viaje del año pasado. No teníamos el desayunador del hotel VIP, pero si una
pava eléctrica. Con eso, un turrón y unas galletitas aplastadas, desayunamos.
Parte del otro grupo ya estaba en la vereda esperándonos, y
Silvio aun con la moto semidesarmada, estaba tan nervioso que no embocaba los
tornillos de las cachas. Fuimos a cargar combustible para después poder tratar
de encontrar la salida del pueblo porque parecía un laberinto. Yo venía con problemas en mi GPS, se me había desoldado el conector de la alimentación y
funcionaba solamente cuando lo envolvía con cinta aisladora. De esta forma
lograba que funcionara de a ratos, menos cuando más se lo necesitaba.
Ni bien salimos de la ciudad, comenzamos a bordear el cerro
El Fraile que es un antiguo volcán, que resguarda a esta de los fuertes
vientos patagónicos. Por varios
kilómetros tenemos a ambas manos de la ruta, paredones de escoria volcánica de
un color negro muy profundo y sin vegetación.
A no muchos kilómetros más adelante, comenzamos a entrar a
un cordón montañoso, que forma el parque nacional Cerro Castillo. Aquí el paisaje es completamente distinto,
estamos dentro de un cañón con rocas con distintos estratos de muchos colores,
señal que la zona histórica y cíclicamente fue azotada por las cenizas de los
distintos volcanes cercanos. Esos colores
de las rocas y los bosques de lengas que los cubrían con sus hojas con
tonos rojizos y amarillos, junto con los arroyos que constantemente
bordeábamos, nos ofrecían unas vistas e imágenes como las de los almanaques o
fondos de pantalla que encontramos para las computadoras.
Cada curva del camino
era un poster. Al salir de este cañón nos encontramos con un valle y el Cerro
Castillo como fondo. Con sus picos afilados, restos del cono volcánico que en
su momento fue. A nuestros pies vemos lo que se llama La cuesta del Diablo. Una
pendiente que forma unos caracoles muy bien trazados que invitaban a acostar la
moto a un lado y al otro para terminar en el pueblo de Villa Cerro Castillo.
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Cuesta del Diablo frente al cerro Castillo |
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El imponente Cerro Castillo |
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Restaurant |
Aquí también finalizaba el asfalto. En la entrada de este
pueblo llamaba la atención, un curioso parador, hecho con dos antiguos ómnibus
unidos entre sí, que formaban un salón comedor en uno y la cocina en el otro.
Por fuera decorados con una onda bien de los 70s, “paz y amor”.
Fuimos recorriendo el valle del Rio Ibáñez con el cerro
castillo a nuestra derecha por un largo rato. Poco a poco, el valle comienza a
cubrirse por una espesa vegetación y el camino
comienza a parecerse al viejo camino de los 7 lagos. Con curvas y contra
curvas en medio de bosques y ríos con un piso muy variable, pasando de un ripio
prensado y húmedo hasta pedregullo suelto. Estaba muy bueno para andar rápido
haciendo enduro, pero había que tener mucho cuidado con las camionetas chilenas,
que circulan muy rápido y de forma imprudente, haciendo las curvas muy
peligrosas. Era muy común encontrarnos detrás
de alguna curva con algún camión de frente ocupando toda la calzada.
Al llegar al lago
verde, en una curva, veo una cadena en el piso, hago unos metros más y veo al
grupo detenido. José corriendo a buscar
la cadena que había perdido y yo acababa de ver. Perdió el eslabón de unión de
la cadena y por suerte el piñón despide la cadena sin romper nada. Tuvo suerte,
mucha
suerte, en muchos casos la cadena se enrosca alrededor del piñón
provocando un destrozo terrible, este no fue , afortunadamente, el caso. Mientras fotografío el momento, me doy cuenta
que he perdido uno de los guantes, un buen guante. Sin pensarlo decido regresar
hasta el último lugar donde nos detuvimos. A fondo, al límite del derrape en
cada curva. Prestando atención al camino para no despistarme y a la vez mirando
para todos lados en busca del guante. Para desgracia mía, este era el sector más
trabado del camino. Habré recorrido unos 35 kilómetros sin suerte. Como ya me
había alejado demasiado y estando solo, desisto de mi querido guante y regreso
tratando de encontrar nuevamente al grupo.
Al salir del camino
selvático comienzo a bordear por muchos kilómetros al rio Ibáñez pegado a la
pared de la montaña hasta llegar a un sector de aguas estancadas oscuras y un
bosque sumergido del que emergían las ramas secas, víctimas de las cenizas del
volcán Hudson años atrás.
El lugar era tenebroso. De a poco fui alcanzando al grupo, ya estaba más
tranquilo. Llego al lago que esta
compartido por ambos países, del lado chileno se llama Gral. Carrera y del lado argentino es el Lago
Buenos Aires.
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Puerto Ibañez |
Lo bordeamos unos
kilómetros hasta llegar a Puerto tranquilo. Aquí se encontraba el resto del
grupo esperándonos. Ya habían hecho las averiguaciones de las excursiones a las
cuevas de mármol.
También nos
enterábamos que Silvio en Coyhaique, que fue el último lugar donde cargo
combustible, había perdido toda la documentación. El DNI, el registro, las
tarjetas de crédito, todo, todo. Aquí nos entró la preocupación, más que por la
documentación perdida, por el hecho de cómo
iba a pasar la frontera para volver a argentina. Un trastorno. Mientras
nosotros fuimos a la excursión a las cuevas de mármol, Silvio con la
colaboración de la gente de ese pueblo, se comunicó con la estación donde cargo
por última vez, y sin suerte. Hizo la denuncia en el destacamento policial y
también denuncio las tarjetas de crédito.
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Cuevas de marmol (Chile) |
La excursión nos costó unos $ 150 argentinos, y sale de un pequeño puerto en unas
embarcaciones pequeñas que van rebotando y salpicándonos en las frías aguas de
un color turquesa perfecto. Después de media hora de navegación bordeando la
costa, llegamos a una saliente del terreno hacia el lago, de rocas de forma
irregular. En la base de esa saliente, donde hace contacto con el agua, esta fue corroyendo
con el paso del tiempo la piedra que es
de mármol, dando lugar a la formación de cuevas, dentro de las cuales entramos
con las lanchas y las recorremos.
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Cuevas de marmol (Chile) |
El agua es tan
transparente que se ve debajo de ella, las mismas formaciones que tenemos
arriba de nuestras cabezas. Las formas tan caprichosas con las que el agua talló
la piedra, nos da una idea del poder que
tiene. Hay islotes que están mantenidos
fuera del agua por pequeñas y delgadas columnas, por las que pasamos con el bote. El regreso fue un poco húmedo, el
agua por acción del viento estaba más turbulenta y a pesar de la pericia del
piloto nos empapamos. La excursión duro unas dos horas y valió la pena.
Una vez en el puerto, Silvio nos da la mala noticia que no
hay forma de dar con los documentos. A pesar de la perdida, tuvo la suerte de
tener consigo el pasaporte, que lo había traído “por las dudas”. Así que con el
pasaporte y el formulario migratorio podía volver a Argentina. Porque, nos
comentaban, que si no tenía algún documento que acredite la identidad, no podía
salir de Chile. Tendría que ir a un consulado Argentino y hacer un trámite que
le permita, de forma transitoria salir del país. Decepcionado, porque iba a
poder salir, pero no podía volver a entrar a Chile, y lo deberíamos hacer unas
3 veces más.
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Cuevas de marmol (Chile) |
Ya estaba con la idea
de regresar a Venado Tuerto una vez que cruzáramos a argentina, era el fin del
viaje para él.
Las 17 hs y estábamos en Puerto Tranquilo recién llegados de
la excursión, teníamos unos 160 km hasta Chile Chico, pueblo chileno lindante
con Los Antiguos del lado argentino. El
problema era que a las 20 hs se cierra la frontera, si no llegas te quedas
hasta el otro día en Chile.
Solo 160km y tres
horas por delante. Como no vamos a llegar, decíamos, nos sobra tiempo. El
camino bordea por completo al lago y teníamos que ir hasta la orilla que
teníamos enfrente y de allí unos 60 km más hacia el este. Los primeros kilómetros parecía de asfalto el
camino, hasta que llegamos a la punta más austral del lago. A partir de
allí, faltaban aun 80km y nos quedaban
dos horas, el camino siguió bordeando el lago pero a unos 30mt de altura del
agua, transitando en muchos lugares por balcones que daban al precipicio y
debajo de este las frías aguas del lago.
Conforme iban pasando los kilómetros el camino empeoraba en
forma proporcional. El serrucho era tan profundo que, al salir de las curvas,
después de haber aminorado para poder tomarlas, la rueda trasera rebotaba tanto
que perdíamos tracción y la cola de la moto se iba de un lado al otro, hasta
que lográbamos ganar velocidad y planear sobre las crestas del ripio.
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Lago Carreras |
Los últimos 50 km fueron extenuantes, no se pasaban más, no
podíamos ganar velocidad para achicar la distancia restante. La noche se nos venía
encima y los últimos rayos de sol cayeron a 30 km de la frontera. Nos quedaba
solo media hora para que la cerraran . El grupo se fue dividiendo, yo quede con
Raúl, detrás nuestro venia Silvio a media marcha desahuciado porque tenía el
viaje perdido, y por ultimo José y Fabián. El resto del grupo ya estaba por
delante.
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Aduana de Los Antiguos(Argentina) |
Con Raúl veníamos a
fondo, en las ultimas rectas íbamos a casi 140 km/h sobre el serrucho, para
bajar hasta los 20 km/h en las curvas. A las 19,55 llegamos a las puertas de
Chile Chico, allí estaban contentos de vernos, el resto del grupo. Raudamente
cruzamos el pueblo cumbo al puesto fronterizo, que para desgracia nuestra
estaba a unos 10 km más adelante. Llegamos justo a las 20hs. De mala gana y con
la mayor pachorra del mundo, porque ya se estaban yendo, nos sellaron la
papelería, y una y otra vez nos repetían, “miren que a las 20 se cierra la
frontera”, y… qué, si ya
estábamos…”nooo, les falta el trámite en la frontera Argentina, y allí también
cierran a las 20hs…..además tienen 10km hasta allá”. Así que, medida que
terminábamos de a uno el trámite, salíamos a fondo para hacer esos kilómetros
que nos faltaban, se hicieron eternos, menos mal que estaban asfaltados.
Sello va, sello viene, ya estábamos en Argentina. En ambos
puestos fronterizos, ya les habíamos explicado el problema de Silvio, para
cuando el, al otro día se presentara supieran del problema. A nuestra partida
cerraron la frontera y se retiraba el personal.
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Los Antiguos |
Una vez en Los Antiguos, sacamos nuestros teléfonos del modo
avión para que del lado chileno no nos cobren en dólares por cada mensajito o
llamada recibida. Buscamos un almacén y compramos unas cervezas y unos snacks e
hicimos una mini picada en la vereda, contando emocionadamente, cada uno como
habían sido de emocionantes, estos últimos kilómetros antes de llegar a la
frontera. Y preocupados por los que habían quedado del otro lado.
De repente suena mi teléfono, era Silvio, me pregunta donde
estábamos, que había logrado pasar. Nos reencontramos con una gran alegría, y
nos contó su odisea. No lo podíamos creer, si detrás nuestro se iban los
empleados fronterizos.
Que pasó….cuando
llega al puesto fronterizo chileno, unos 15 minutos detrás nuestro, al
presentarse como “el que perdió los documentos”, se apiadaron de él, y
accedieron a hacerle los tramites. Y no solo eso, llamaron por teléfono al
puesto Argentino avisándoles que estaba yendo para allá, que lo esperaran. Y
como si esto fuera poco, una de las empleadas argentinas ya estaba en su casa
de Los Antiguos, tomo su vehículo y volvió hasta el puesto fronterizo para que
pudiera entrar. La verdad cuando se tiene voluntad (de parte del personal
aduanero) y mucha suerte, las cosas te salen bien, así que este hecho fue el
motivo del brindis de esa noche.
A la hora, se
comunicaron José y Fabián, avisando que habían llegado bien a Chile Chico y
allí pasarían la noche, para encontrarnos por la mañana. Nos alojamos en un
hotel sobre la calle principal. Durante la cena mientras Fabio buscaba una ruta
de regreso a Venado Tuerto, para Silvio, se nos ocurrió proponerle que en lugar
de volverse, que continúe el viaje hasta El Calafate y poder conocer, ya que
estábamos relativamente cerca, los glaciares. Estuvo de acuerdo, así que,
continuaría el viaje con nosotros . Una alegría.
Al regresar al hotel,
la mayoría, además de lubricar las cadenas, hicimos una inspección ocular de la
moto por completo, y una revisión del tornillerio. Porque en los últimos
kilómetros era tal la destrucción del camino, que yo pensaba que si no desarmo
ahora, no se desarma nunca la pobre moto.
Y así fue, descubrí que uno de los brazos que sostiene la
estructura donde van fijados los valijones, se había desoldado. Tenaza y
alambre, infaltables en cada viaje, lo dejaron como si nada hubiera pasado.
Manuel descubrió que de los seis tornillos que sostenían el guardabarros
delantero, cuatro ya no estaban.
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Rio Jeimimerai (Chile) |
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Puerto Ibañez |
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Cuevas de marmol (Chile) |
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Cuevas de marmol (Chile) |
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Cuevas de marmol (Chile) |
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Cuevas de marmol (Chile) |
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Cuevas de marmol (Chile) |
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Cuevas de marmol (Chile) |
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Cuevas de marmol (Chile) |
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Cuevas de marmol (Chile) |
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El perro |
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Cuevas de marmol (Chile) |
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Camino a las cuevas de marmol |
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Puerto Ibañez |
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Resto de Los Antiguos |
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Ruta Austral(Chile) |
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Coyhaique |
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Coyhaique |
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Coyhaique(Chile) |
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Cerro Castillo |
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Cerro Castillo |
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Lago Verde |
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Lago Carrera(Chile) |
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Lago Carrera(Chile) |
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Hotel PIV |
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Cuesta del diablo, frente al cerro Castillo |
Día 5
Desde Los Antiguos hasta Gdor. Gregores
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mañana fresquita |
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hotel de Los Antiguos |
Desayuno como Dios manda hoy, no como el de ayer, que al
único pobre saquito de café, lo exprimimos para que rinda 4 tazas. A las 8,30 llegaron José y Fabián que habían
pasado la noche del lado chileno. Cargamos combustible y comenzamos a transitar
la ruta 43, que al dejar el pueblo, bordea el lago Buenos Aires hasta su punta
oriental, para, a pocos kilómetros, llegar a Perito Moreno, donde volvemos a tener
contacto con la querida ruta 40.
A partir de aquí la ruta
esta recién asfaltada y en perfecto estado. El color negro del asfalto corta
como una cicatriz, la monótona y reseca llanura
patagónica. Después de casi 120 kilómetros,
de una ruta con una excelente traza, que bordea lomadas y algún que otro arroyo
seco, llegamos al Rio pinturas, un
indicio que estábamos cerca del desvío que conduce a las cuevas de las manos. Allí un cartel nos
indicaba que estábamos a 28 km del cañón que forma dicho rio.
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Camino a las cuevas de las manos |
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Camino a las cuevas de las manos |
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estirando la cadena |
El camino comenzó con
una larga recta de ripio en excelente estado, hasta llegar al rio Pinturas,
allí hay una terrible bajada de unos 500 metros a casi 40 grados de inclinación con un ripio
bastante suelto hasta llegar al puente que sortea el rio. A más de uno se nos pasó por la cabeza como íbamos a subir esa cuesta
al regreso. Un par de curvas más adelante, lo veo a Alejandro mirando la rueda
trasera de su moto. En plena curva, nos comentaba, se le clavo dicha rueda, provocando un derrape que casi lo
lleva al piso. Lo primero que pensamos es que se le había trabado la cadena, que ya venía bastante maltrecha. Pero no fue
eso. Como consecuencia del traqueteo del día anterior, seguramente se le
aflojaron los tornillos que sujetan el plástico que protege el horquillón del
roce con la cadena, y en este lugar se terminaron de salir y el plástico quedo trabado entre el piñón y
la cadena, dando una vuelta alrededor de este. Con gran esfuerzo giraron la rueda en sentido
contrario y lo destrabaron. Se tensó la cadena y continuamos hasta el refugio
del guarda parques, desde donde salen las excursiones hasta las cuevas de las
manos.
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guardaparques de las cuevas de las manos |
El lugar estaba lleno de turistas extranjeros. Mientras
esperábamos la salida de la excursión, aprovechamos a refrescarnos y a tomar
unos mates , gentileza de Edgardo.
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Las cuevas de las manos |
La excursión recorre un sendero pegado a pared una pared vertical de casi 30 metros de
altura erosionada por acción de los vientos. Debajo de ese paredón se formaron
unas grutas que los antiguos habitantes usaron como refugio y dejaron plasmado
en las paredes, mediante un curioso sistema que pulverizaba las tintas que
preparaban sobre las paredes de piedra, pinturas de sus manos, que por una
determinada cantidad de factores (escasa humedad, reparo y ausencia de luz
solar directa) permanecen intactas hasta el día de hoy. Unas 2 horas dura la
excursión, donde explican las diferentes teorías de los orígenes de los
antiguos habitantes, los diversos dibujos y rituales de cacerías que se
encuentran retratados. El lugar se
recorre por unas modernas y cómodas pasarelas.
Dejamos este hermoso lugar, rodeado de grandes paredones
cavados por el rio Pinturas, rumbo al pueblo Bajo caracoles. Para llegar allí había un camino alternativo
que salía en línea recta y evitábamos volver por la ruta anterior y sufrir con
esa terrible trepada.
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Las cuevas de las manos |
En este pequeño paraje hay un único surtidor, atendido por
la misma persona que también atiende la única proveeduría del pueblo. Allí
hicimos una pequeña picada, a la espera de los más rezagados. Después de media
hora ya estábamos todos, pero faltaba Fabián. Aguardamos un rato más y ya
preocupados, temiendo que haya equivocado el camino y siguiera por el anterior,
Raúl, Alberto y Fabio fueron en su búsqueda. Después de haber vuelto a recorrer
el camino hasta la cueva de las manos, encontraron a Fabián.
Efectivamente,
equivoco el camino, y en una curva se fue al piso. Rompió un giro delantero y
un par de raspones en la defensa, sin consecuencias graves.
Un poco más de una hora y media de espera volvemos a la ruta
para transitar los 220 km que nos faltaban para llegar a Gobernador Gregores.
La ruta
que llega hasta el cruce de la ruta 37 es bastante aburrida. Una vez que
llega al rio Chico, lo sigue a lo largo de casi 123 km de su recorrido, hasta
llegar a Gregores, donde el mismo rio forma un amplio y fértil valle, donde está
asentada la ciudad.
La mayoría llegamos con la reserva de combustible. En la
misma estación de servicio aprovechamos a tomarnos un café antes de emprender
la búsqueda de alojamiento.
Por suerte conseguimos, como alojamiento, una casa
transformada en hostería, muy cómoda y económica, administrada por un matrimonio
mayor. Comenzamos a descargar el equipaje y la dueña no descanso hasta
perseguir a cada uno para cobrar el hospedaje. Tal era la paranoia temiendo a
que nos vayamos sin pagar que en una de las habitaciones que nos dio, la
ventana daba a una pared.
La actividad principal del pueblo de Gregores es la
explotación minera de dos grandes yacimientos de oro y plata. Los habitantes
estaban ofuscados pues hasta no hace mucho tiempo atrás las regalías mineras
quedaban en el pueblo y la provincia. Pero desde hace poco tiempo, estas, se
las lleva el gobierno nacional, quedando el pueblo con un déficit económico que
antes no tenían.
El pueblo se encuentra en pleno valle que forman los múltiples
meandros del rio Chico. Por la noche cuando llegamos se notaba la sombra de un
cerro muy cerca al norte del pueblo. De día nos dimos cuenta que no era un
cerro, era la pared de la meseta, que el rio fue socavando hasta formar el
valle.
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Gdor. Gregores |
La mañana nos recibió con un frio intenso. Las motos
cubiertas de rocío. Desayunamos en la misma estación de servicio. Unas frescas
tortas fritas acompañarían, no solo el café con leche, sino cada una de las
paradas hasta llegar a El Calafate.
Dejando el pueblo atrás, comenzamos a ganar altura por la
pared sur del valle del rio Chico hasta llegar a la meseta que nos conduciría
por un perfecto asfalto hasta casi llegar al lago Cardiel.
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ruta 40 |
Al llegar a este lago, la ruta 40 comienza a bordearlo, y
dejamos el asfalto por un oscuro ripio proveniente de escoria volcánica, bastante descuidado y bordeando la traza de
la nueva ruta que están a punto de asfaltar. El camino es bastante polvoriento
y muy descuidado. Unos kilómetros antes de llegar a Tres Lagos comienza el
asfalto nuevamente.
Recién terminado, casi lo estábamos estrenando. Ya con las últimas
gotas de combustible llegamos a Tres Lagos. La nueva ruta cambia la traza y en
lugar de esquivar al pueblo como era la vieja, ahora lo atraviesa.
Una vez reagrupados en el centro del pueblo, no
encontrábamos el tan preciado combustible. La estación estaba a unos kilómetros
más allá del pueblo.
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Estacion Tres Lagos |
La estación se encuentra a unos quinientos metros de la ruta, quedo en
lo que era la ruta vieja. No es más que una vivienda y proveeduría, con dos
surtidores en medio de la estepa. La única persona que había atendiendo, una
mujer, era multitarea. No solo
despachaba combustible, preparaba café, atendía el mostrador y amamantaba al
pequeño niño que tenía en sus brazos.
Las ventanas de la estación estaban todas cubiertas por
calcomanías de los distintos viajeros que por allí habían pasado. Por lo
general todas las estaciones tienen la buena onda que permitir que dejemos
nuestra huella en los surtidores o vidrieras.
Con los tanques llenos tomamos la ruta para iniciar una
recta hacia el lago Viedma.
Desde que dejamos
Tres Lagos, en nuestro horizonte teníamos los picos nevados del cerro Fitz Roy.
Detrás de una extensa loma nos encontramos con la hermosa vista al lago Viedma.
En el mirador que se encuentra a orillas de la ruta se ve el lago de aguas
turquesas, con la cordillera nevada al final de este, como si fuera un telón.
Lugar indicado para una foto grupal.
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Mirador Lago Viedma |
A poco de dejar el mirador, el lago desborda a través del
rio La Leona, el cual atravesamos por un vistoso puente. Sobre la ribera sur
del rio de encuentra el antiguo y
conocido Hotel La Leona, en el lugar exacto donde en 1877 el Perito Moreno fue atacado por una
puma poniendo en riesgo su vida y dando origen al nombre del rio.
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Hotel La Leona |
De aquí en adelante y hasta llegar al lago Argentino, la
ruta asfaltada acompaña el recorrido que hacen las turbulentas aguas de intenso
color turquesa del rio La Leona,
contrastando con los colores terracota del suelo arcilloso de nos rodea. Muchas
veces formando profundos cañones, producto de la erosión de las aguas.
Este rio vuelca las aguas del lago Viedma en el Lago
Argentino, y a su vez el desborde de éste forma el rio Santa Cruz que desemboca
en las cercanías de Comandante Luis Piedra Buena, en el Océano Atlántico.
Una vez cruzado el Rio Santa cruz, unos kilómetros adelante
llegamos al cruce con la ruta prov. 11 que nos llevaría hasta El Calafate. En este tramo Silvio se encuentra con otro
motociclista a bordo de una hermosa KTM 250 naked, que después de saludarse le
da el dato de un expreso que le lleve la moto hasta Rio Gallegos, a solo 300 km
de allí.
Siendo aproximadamente las 14 hs llegamos al Calafate. Un
par de fotos en el acceso y a buscar donde almorzar. En el centro la oferta
gastronómica es muy variada, y no tardamos en dar con un lugar donde saciar el
hambre que teníamos.
Un mes atrás, Néstor, de viaje con su familia por aquí, nos
hizo la logística y nos consiguió el dato del alojamiento. Un hostel y hotel en
pleno centro, con excelente precio y servicio. Con lugar donde dejar las motos,
restaurante y además, confortable. Creo que esta fue la primera parada que
hicimos, en la que llegamos temprano.
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Hotel de El Calafate |
Aprovechamos a poner
en condiciones las motos. A llevar a lavar ropa, pues las mudas ya se habían
terminado. Unos tensaron cadenas, yo ajuste los rodamientos de la dirección, y
hubo uno que debió salir a buscar una cadena nueva. Silvio en tanto consiguió
el expreso que le llevaría la moto hasta Rio Gallegos. Porque al perder los
documentos no podría ingresar a chile sin ellos. Así que gracias a que tenía el
pasaporte, de aquí en más completaría el camino como acompañante de Alberto en la GS1200.
Dia7
Visita al Glaciar Perito Moreno
Sin apuro por salir, porque tendríamos el día entero
para la visita al glaciar, disfrutamos del abundante desayuno que nos ofrecía
el hostel. José aprovecho a hacerse una especie de…como decirlo….una mezcla
entre un yenga y un milhojas de tostadas de pan lactál.
Después de conseguir combustible, que no fue fácil. Pues, de
las dos
estaciones, solo una tenia combustible y las colas eran eternas. No sé por
qué, pero me hizo recordar a las colas que debemos soportar en la costa en la
temporada veraniega, cada vez que necesitamos recargar para salir a trabajar.
Allí conocimos a un Mejicano, que con una vieja África Twin
venia recorriendo toda américa. Intercambiamos historias y anécdotas que van
surgiendo de cada uno de los viajes. Nos preguntó si podía ir hasta el glaciar
con nuestro grupo, así de esta forma pasaría como argentino y evitaría
pagar el sobreprecio que se les hace a los
extranjeros.
Tomamos la ruta 11 hacia el Oeste. La mañana estaba fresca y
nublada. Bordeamos la costa del lago Argentino unos 50 kilómetros, hasta
bordear el cerro Frías y luego hacer lo mismo con el cerro Mitre por su lado
sur en medio de un hermoso bosque húmedo.
Al llegar al puesto
de guarda parques, que da comienzo al parque nacional Los Glaciares, abonamos
los $80 que cobran por ingresar, y continuamos hasta llegar al primer mirador
que permite ver de frente el imponente glaciar. El lugar
tiene una paz, y un silencio que dan ganas de quedarse horas
contemplando esta maravilla.
Seguimos unos
kilómetros más hasta llegar al estacionamiento. Frente a éste, está la
confitería que sirve de terminal de ómnibus también. Un rico chocolate caliente
sirvió para recuperar la temperatura y dar comienzo a la caminata que teníamos
por delante. El lugar está muy prolijo y cuidado. Las pasarelas son muy cómodas
y nuevas. Recorrimos todo el circuito que forman las pasarelas, deteniéndonos
en cada una de los miradores que hay, y capturando en fotografías cada una de
las vistas que ofrece esta mole de hielo. No alcanza la vista para recorrer la
inmensa longitud de esta lengua de hielo.
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la Ducati del motociclista ecuatoriano |
Cerca del medio día ya habíamos recorrido todas las
pasarelas. Nos dirigimos hasta Puerto Moreno, donde salen las excursiones
embarcadas hasta el glaciar. Mientras esperábamos la salida de la excursión,
almorzamos en una confitería que allí se encuentra. A través de sus ventanas se
ve el glaciar y el lago. Allí, conocimos a un ecuatoriano que venía viajando en
una Ducati Multistrada de hermoso color
rojo. No era la moto indicada para tal travesía, según él contaba, pero cuando
se tienen ganas se viaja con lo que sea.
A las 15 hs abordamos el catamarán que nos llevaría hasta
estar frente a frente con el glaciar. El recorrido lo realizan a una distancia
prudencial, porque los constantes desprendimientos generan olas que podrían dar
vuelta cualquier embarcación cercana. La
vista desde el nivel del lago, hace que se aprecie la verdadera magnitud del
glaciar. Desde las pasarelas se ve que es grande, pero desde el lago se ve
inmenso.
Regresamos a la ciudad, donde aprovechamos a recórrela. Unos fueron a hacer las compras de souvenirs,
otros a hacer reparaciones de último momento y Silvio se fue a despedir de su
KLR, que por expreso se iba a Rio Gallegos.
Dia 8
Desde El Calafate hasta Puerto Natales (Chile)
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ruta 7 Santa Cruz |
Nos despedimos del hostel y sus ricos desayunos. Y volvimos a la ruta con nuestras motos. Cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos
sobre la ruta 40 nuevamente. Al llegar al paraje conocido como El Cerrito,
abandonamos esta ruta para evitar hacer
casi 150 kilómetros de confortable asfalto, por solo 68 km de un ripio en mal
estado, el de la ruta 7, pero
ahorraríamos mucho tiempo y kilómetros.
El ripio estaba bien firme y de piedras bastantes grandes.
Con el sol recién salido iluminando los
afilados y nevados picos de la cordillera, el frio presente no se notaba. Este
tramo de ruta trascurre sobre suaves lomadas que hacen agradable la
conducción.
La primera y única edificación
que encontramos después de 68 km de terreno árido y ventoso, es, en medio de la
nada, una estación de servicio con sus únicos dos surtidores al aire libre. A
casi cien kilómetros a la redonda no hay otra cosa que no sea esta estación y
la precaria casita lindera, donde
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Estacion de Tapi Aike |
vive el playero. Es un verdadero oasis. A
medida que íbamos arribando, recargábamos y nos amontonábamos dentro de la
pequeña estación para tomar un café y recuperar la temperatura corporal.
Mientras tanto el playero nos contaba, como hacía para pasar el tiempo con su
familia en esa soledad, después de haber venido desde Misiones hace un año
buscando progreso sin suerte, en rio Turbio.
Una vez reunido todo el grupo, hicimos los últimos 40 kilómetros
por este año de la ruta 40, hasta llegar a un desvío, que nos llevaría por
ripio al paso fronterizo Rio Don
Guillermo. Después de varios kilómetros
detrás de un camión con un semirremolque cargado de grandes garrafones,
circulando penosamente por esta
abandonada ruta, ocupando todo el ancho de la vía,
nos hacía imposible adelantarlo. Llegamos a un pintoresco paso fronterizo
compuesto por tres o cuatro casitas, en medio de un valle verde rodeado de
montañas. Aquí el trámite fue más lento. No tienen luz eléctrica. Dependen de
un generador que prenden por la noche o cuando llega alguien para poder
imprimir los formularios que debíamos completar para salir del país. A pesar de
ser las únicas personas en pasar en todo el día, las tres personas que allí
estaban se encargaron de hacernos el trámite, lo más burocrático posible. Como
no están informatizados, los formularios había que llenarlos manualmente en
lugar de autocompletarse con solo el número de DNI, como sucedió en el paso
Futaleufu.
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llegando al paso fronterizo Don Guillermo |
Al salir Manuel se da cuenta
que había perdido en el traqueteo, la
patente, un verdadero trastorno, porque faltaban muchos kilómetros aun.
Continuamos rumbo a la frontera, marcada por un cartel, pues
no hay nada que naturalmente forme una frontera, no hay picos, no hay ríos,
nada que indique donde termina un país y empieza el otro. Un poco más adelante llegamos al control
fronterizo chileno. Nos sometieron a un riguroso control de documentos y un
escaneo de equipajes en busca de frutas y cárnicos. Cuando llego el momento de
revisar el equipaje de las motos, de forma sincronizada, nos íbamos moviendo tapando
la moto para que el agente no notara la falta de la patente.
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Aduana chilena |
Después de zafar el
control, en el apuro por alejarse de allí,
a Manuel, quien había perdido la patente, se le cae uno de los guantes
y el agente lo levanta y lo llama para alcanzárselo, y Manuel, se creía
que lo llamaba por que se había avivado de la falta de la patente.
A metros de la aduana, una vieja y pintoresca edificación de
madera, parecidas a las del Far West. Allí funcionaba, una cafetería, casa de
cambio, venta de souvenirs, biblioteca y restaurante. Aprovechamos a almorzar,
y a comprar pesos chilenos para gastos menores.
|
casa de cambio, cafeteria, venta de recuerdos en la frontera |
Acá, el grupo se dividió. Raúl, Alberto y Fabio hicieron el
circuito del parque Torres del Paine, con casi 240 kilómetros de ripio. El
resto continuamos hacia Puerto Natales, a solo 70 kilómetros.
Poco antes de llegar,
en un desvío de la ruta, un letrero nos indica que allí cerca está el Parque
Cueva del Milodon. Nos habían recomendado visitar el lugar. Hacia allá fuimos.
En el desvío esperamos a José y a Fabián, que en un descuido pasaron de largo
raudamente, no dándonos tiempo de alcanzarlos.
En el puesto del guarda
parques abonamos la entrada, económica por cierto. Una pasarela que atraviesa
una arboleda, nos llevó a una inmensa caverna.
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Cueva del Milodon |
|
Cueva del Milodon |
Me recordaba a la Gruta del
Intihuasi en San Luis pero mucho más grande. Es increíble la altura, el ancho y
la profundidad que tiene. Uno se siente insignificante allí dentro. Se han
encontrado restos óseos de distintas especies animales que allí se
resguardaron. La pasarela recorre todo el interior de la caverna, hasta llegar
a un lugar donde exhiben una representación a tamaño real de lo que fue esa
especie de perezoso prehistórico que dio nombre al parque.
Dejamos el lugar hacia Pto. Natales. La ciudad está a orillas de un fiordo de los
tantos que forma en esa zona austral, el
Océano Pacifico. Es una antigua población, avistada en 1557 por primera vez
cuando se buscaba una comunicación con el estrecho de Magallanes. Pero recién
se pobló alrededor del año 1890 gracias a las tierras óptimas para la cría de
ganado. Y más tarde, sería el principal
puerto a través del cual se exportaría el carbón mineral extraído desde la
cercana ciudad de Rio Turbio en la argentina, distante a solo 45 kilómetros a
todo el mundo. Como testigo de esta actividad, quedaron los pilotes del antiguo
muelle de madera que ahora solo es utilizado por los cormoranes que allí se
posan para secar sus plumas.
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Puerto Natales |
|
Puerto Natales |
El sol ya se ponía sobre el Océano Pacifico y generaba
sombras sobre los antiguos pilotes de lo que en algún momento fue un ajetreado muelle de cargas. Quede un buen
rato mirando este hermoso espectáculo que me regalaba la naturaleza, acompañado
solamente por el graznido de las aves. En la zona donde vivo no tenemos la
posibilidad de ver el sol poniéndose en
el mar. Si lo vemos salir.
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Cueva del Milodon |
En la estación de servicio, nos recomendaron un hotel donde
alojarnos. El mismo, ese día cerraba la temporada. De manera excepcional nos
dieron alojamiento. Por suerte en la estación y en el hotel nos tomaron la tarjeta de crédito para no
gastar los pocos chilenos que teníamos.
Como no encontramos
un restaurant de mariscos, esa noche cenamos unas tradicionales minutas. Esa
noche , el frio se hizo sentir, dándonos un poco de miedo que lo que nos
depararía más al sur todavía.
Un buen desayuno en el hotel , vino bien para arrancar y
recorrer los 250 kilómetros que teníamos hasta Punta Arenas. Para ello tomamos la ruta 9 que
contornea a solo 5 kilómetros, la
frontera Argentina hasta llegar al Rio Penitente donde cambia el rumbo hacia el
sur casi en línea recta hasta Pta. Arenas.
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el morro |
El camino pasa cerca
de muchos morros que sobresalen abruptamente del terreno circundante. En
realidad estos morros son lo que queda de antiguos conos volcánicos aun sin
desgranar.
A la vera del camino es común ver montes de árboles
bajos, castigados por los vientos,
cubiertos casi en su totalidad por líquenes y musgo, dándoles un aspecto algo tenebroso.
Y algo curioso también fue ver lo que quedaba de antiguos montes ahora secos y
de madera podrida. Parecía que estábamos en la estepa rusa en la ciudad de Tunguska, donde cayó a principio
del siglo pasado un meteorito que desbastó grandes zonas boscosas.
|
tunguska |
Como la zona está muy cerca de la frontera con Argentina, es muy común ver a los
costados del camino carteles indicando la prohibición del paso por peligro de
explosión de minas. Estos campos minados son el triste recuerdo del conflicto bélico
que tuvimos por el canal de Beagle.
En la localidad de Villa Tehuelches, hicimos un alto para
tomar algo caliente y comer algo. Pensábamos que allí habría combustible, pero
no fue así.
Casi sin combustible, con la reserva desde hacía unos 40 kilómetros
atrás, llegamos a la enorme ciudad portuaria de Punta Arenas. Perecía mentira,
pero no encontrábamos estaciones de servicio después de recorrer gran parte de
su extensa costanera. Acá, nuevamente nos desencontramos. Fabio, José y Fabián
siguieron de largo. Como es nuestra costumbre en caso de separarnos, el punto
de encuentro siempre es la plaza principal, así que fuimos hasta allá a esperar
a los que faltaban. Eran las 14 hs. El tiempo de espera lo
aprovechamos para buscar alojamiento. La idea era al llegar, buscar alojamiento
e ir a la Zona Franca, para comprar los “encargues” de nuestras familias,
electrónica, ropa, zapatillas, perfumes y accesorios para las motos,
aprovechando que es una zona libre de impuestos. Allí Fabio, Raúl y Alberto
compraron cubiertas pues las que habían
puesto al salir, unos 5000 km aprox, ya se habían consumido. Las Karoo de los
hermanos Faglioni y la MT60 de Fabio, quedaron casi con las telas. El resto
salimos con Sahara enduro 3 y completamos la vuelta de casi 9000km y nos quedó como
para unos 2000 km más.
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campo minado cerca de la frontera |
Fabio consiguió después de mucho desearlas y buscarlas de
manera infructuosa en Argentina, unas hermosas
Heidenau. En cambio los hermanos consiguieron de casualidad las últimas Mitas
que quedaban en la ciudad. Y como si el hecho de conseguirlas fuera poco, que
decirles la odisea que fue conseguir una gomería que las cambie. En el sur
nadie quiere cambiar o emparchar cubiertas de motos. Nos pasó en muchas
ciudades, y llevándoles la rueda desarmada, aducían que no querían hacerse
cargo si marcaban las cámaras al
armarlas. En el caso de Fabio fue de risa. Las compro en Moto aventura Chile,
el dueño es un histérico de la prolijidad y pulcritud. Para cambiarle la
cubierta le dice a Fabio “en mi taller no entra una moto sucia”, el tipo le
lavo por completo la moto, y solo después de esto le cambio la cubierta. Fabio
quería llegar con la moto sucia y este inconsciente se la dejo como 0 km con el
lavado, solo para cambiarle la cubierta.
Camino a la zona franca se encontraba la empresa de los ferris, así que aprovechamos a sacar
los boletos para asegurarnos de tener lugar al día siguiente en la embarcación.
El valor del pasaje con la moto fue de unos $280 argentinos
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restos de lo que fuera un cono volcanico |
Después de la tarde de shopping había que meter todo lo
comprado en el equipaje , una dura tarea.
Acá es donde se ve la habilidad de aprovechar cada espacio libre.
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el comedor de los dueños del hotel |
El hotel que conseguimos era otra vez, de esos que me gustan
a mí, y esta vez no lo elegí yo. La entrada era un largo pasillo que terminaba en
lo que era el comedor de los dueños. Con sus muebles, su alacena con sus
alimentos, su cocina. Usábamos su mesa principal para conectarnos a internet y
tener contacto con nuestras familias. Nos prestaban sus vasos para preparar
unos Fernet y sentarnos en sus sillones a ver la tv. Ese contacto con la gente,
vivir prácticamente en sus casas, es lo bueno de los viajes. La gente se abre y
pasamos a ser como de la familia, te cuentan la realidad de cada lugar y no lo
que te muestran por tv.
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noche fresca |
Nos fuimos esa noche a censar a una fonda cerca del hotel,
volvimos a probar el ceviche que desde Perú no veíamos. Y otras exquisiteces
locales.
Luego fuimos hasta la costanera donde está el casino, y
sobre este, un edificio de 9 pisos, donde en la última planta, alberga una
refinada confitería, una especie de mirador, todo vidriado con vista al estrecho de Magallanes,
por unos tragos.
Día 10
Desde Pta. Arenas(Chile)
hasta Ushuaia(Argentina)
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embarcando hacia Tierra del Fuego |
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heladita |
Esa fría mañana, y cuando digo fría, era ver los techos de
los coches escarchados, sí madrugamos. A las 7,30 am teníamos que estar con los
boletos en el puerto donde embarcaba el trasbordador. Fuimos a buscar las motos
al garaje de una familia amiga del dueño del hotel, que amablemente nos dejó estacionarlas
a resguardo, la noche anterior.
El trasbordador se
encontraba ya atracado haciendo maniobras previas a la carga de los vehículos,
con las motos ganamos los primeros lugares. Aún no había amanecido, y semejante
barco parecía mentira verlo así encallado en la costa, con sus luces reflejando
las oscuras aguas, con la planchada
apoyada en la rampa de cemento que desaparecía en el agua.
Con una puntualidad a la que no estábamos acostumbrados, a
las 8 en punto nos hicieron comenzar a abordar. Primero las motos. De a una
fuimos subiendo a la inmensa bodega toda iluminada, y las acomodamos en unos
lugares preparados para tal, y las fueron atando con sunchos con mucho cuidado
y profesionalidad.
Subimos a la cubierta, donde estaba un amplio star, con
sillones y mesas muy cómodas nos acomodamos a la espera de la partida. Cuando
el barco levanto la planchada y comenzó a moverse, en el horizonte comenzaba a
asomarse los primeros rayos del sol. Con él, la temperatura comenzó a subir.
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amanecer en el estrecho de Magallanes |
En este sector el estrecho de Magallanes tiene un ancho de unos
45 kilómetros, y todo el viaje, desde que abordamos y descendimos demora dos
horas y media. Siempre en lo posible hay que hacerse de los pasajes, el día
anterior, porque la partida es por orden de llegada y cuando se completa, el
que no subió se queda afuera, y solo hay dos viajes por día.
Después de un placentero viaje comenzamos a ver la costa de
la isla de Tierra del Fuego. Uno tiene el preconcepto cuando le dicen “la
isla”, que en cualquier momento te caes del otro lado. Que equivocado estaba.
Cuando empezamos a hacer kilómetros , y kilómetros, te das cuenta que es más
que una isla, prácticamente era como estar en el continente.
El puerto a donde descendimos se llama El Porvenir.
Es un
pequeño pueblo que es la capital de la provincia chilena de Tierra del Fuego,
lo que Ushuaia es para nosotros. La ciudad me hizo pensar que estaba en las
islas Malvinas, más precisamente en Puerto Argentino. Tiene las mismas
características, pues están sobre una pequeña bahía, a orillas del mar, un
lugar muy ventoso y las construcciones son las típicas inglesas del siglo
pasado. Bajas, de chapa y con un colorido multicolor daban un aspecto algo
nostálgico. Quizás trataba de imaginar
ese caserío allá por los años 1883 cuando la fiebre del oro dio origen al
pueblo.
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la costa chilena de Tierra del fuego |
Dejamos atrás este vistoso pueblito, y tomamos la hermosa
ruta Y-71 que bordea la costa oeste de la isla de tierra del fuego, uniendo
pequeños asentamientos de pescadores artesanales desperdigados a lo largo de la
ruta a orilla del mar. En muchos casos no eran más que dos o tres ranchos de
chapa en medio de una desolada playa a merced de los fuertes vientos que allí
soplan. La traza tiene distintos altibajos, en tramos vamos pegados al mar y en
otros se interna para sortear alguna saliente rocosa, elevándose unos cientos
de metros , dándonos unas vistas hermosas del estrecho de Magallanes. El ripio
esta en excelente estado, porque lo transitan muchos camiones y lo tienen muy
bien mantenido.
Al llegar a Caleta Rosario, la ruta deja la costa
y se
interna en la isla formando una recta
hasta llegar a San Sebastián del lado chileno, donde está la aduana chilena. Desde
dejar el trasbordador hasta acá , habíamos recorrido unos 140 kilómetros. Nos
agrupamos y de a unos fuimos haciendo los tediosos
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frontera de San Sebastian(Tierra del Fuego) |
trámites aduaneros. Primero
aduanas, a dos metros el segundo mostrador migraciones, y más allá otro
mostrador donde te pedían el papelito que te habían sellado unos pasos atrás.
Perece, como que no se conocieran entre ellos, los empleados, o que
desconfiaran los unos de los otros, porque uno certifica el papel que te dio el
otro que está a su lado. Que en realidad un solo empleado tendría y podría
hacer todo para que sea más fluido el trámite.
A medida que íbamos dejando la aduana chilena, salíamos
rumbo a la aduana Argentina distante a unos 15 kilómetros de allí. Aquí el
camino es como un limbo, es como que no perteneciera a nadie, porque estaba tan
deteriorado por el continuo tránsito de camiones que van de la isla al
continente, que había que mirar bien la huella para no terminar en algún
huellon dejado por algún camión encajado.
Volvimos a hacer el mismo trámite, pero de este lado de la
frontera, pero aquí el tema estaba más “aceitado”, así que nos despacharon más
rápido.
Todavía me costaba
creer que para cruzar a la isla hay que entrar y salir de Chile. Que cada cosa
que se fabrica en la isla, cada cosa que debe entrar a la isla, debe pasar por
Chile, hacer los engorrosos trámites aduaneros, 2 veces en solo 100 km, usar
sus barcos y hacer miles de kilómetros. Lo mismo para recibir los insumos. Es
un ida y vuelta que ahora comprendo el porqué de los costos, es puro gasto de
expresos. Se justifica? Y más sabiendo que solo se ensambla. Es llevar insumos,
ensamblarlos y volver a traerlos. Y en todo se siente la distancia. Me paso al
visitar el taller de Ouniczuk. Un cliente estaba ofuscado porque hacía una
semana que esperaba unos repuestos para su moto desde Rio Gallegos. Y si allí
no había, hay que esperar casi un mes a que lleguen de Bs As. Ahí es donde a
uno le viene a la cabeza la frase popular que dice “dios está en todos lados ,
pero atiende en bs as”.
Terminados los trámites,
cargamos combustible en la pequeña estación del ACA que se encuentra a solo
metros de la aduana Argentina y partimos rumbo a Rio Grande. A partir de aquí la
ruta hasta llegar a Ushuaia es completamente asfaltada. Y ahora estaban
asfaltando el tramo de la ruta 3 que continúa desde San Sebastián hasta el extremo norte de la isla llamado
cabo Espíritu Santo.
La ruta en este tramo es ventoso, y siempre vamos bordeando
el Océano Atlántico por arriba de una costa acantilada. La vegetación está
compuesta solamente por pastizales bajos
con forma de melenas que nos servían para saber de qué lado teníamos las
ráfagas de viento. Los pocos árboles que se ven, son arbustos bajos, con formas
aerodinámicas. La parte de la planta más castigada por el viento, es aquella
que da al este, o sea a la costa, es la más baja, casi pegada al piso. En
cambio la cara opuesta es la más alta, pero nunca superan los 2 metros de
altura.
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La costa de San Sebastian |
Antes de llegar a la estancia Las Violetas, en las cercanías
de Rio Grande, notamos que la ruta en una parte recta, se ensancha una mano más
a cada lado. Los lugareños nos decían que, en la guerra de Malvinas, ese tramo
de ruta se usaba como pista de aterrizaje auxiliar.
A medida que nos acercamos
Rio Grande, vamos viendo a los costados de la ruta los grandes
emprendimientos fabriles que dan vida a esta ciudad. También vimos varias fábricas
que procesaban la lana. A simple vista creo que esas mismas fábricas son las
que hace más de un siglo ya procesaban la lana de toda la zona. Conservando la
arquitectura original y creo que la maquinaria usada hace tanto tiempo,
también.
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Mision salesiana |
A unos 12 kilómetros de Rio Grande, visitamos La Misión
Salesiana Nuestra Señora de la
Candelaria. Es un complejo educativo, cultural e histórico, fundado por la
congregación religiosa de los Salesianos de Don Bosco. El 11 de noviembre de
1893 llegaron los primeros salesianos a Río Grande. Monseñor José Fagnano había
elegido la costa norte del río Grande para crear un asentamiento con el
objetivo de evangelizar a los indios Shelknam y protegerlos de la amenaza que
representaban los buscadores de oro y principalmente los estancieros, quienes
no dudaban en matarlos cuando los aborígenes tomaban sus ovejas. Lo primero que
se observa es la pequeña capilla íntegramente construida en madera y sigue aun
en pie a pesar de haber sido inaugurada en 1899. A su alrededor se encuentran
antiguas máquinas de vapor, y herramientas de labranza utilizadas hace más de
un siglo atrás.
Continuamos viajando, bordeando la importante ciudad de Rio
Grande, cruzamos el rio que da origen al nombre de la ciudad. Sobre la margen
occidental del puente se ven las ruinas del antiguo puente colgante de una sola
mano. Que era el único medio para sortear el rio. Hasta no hace mucho tiempo se
lo seguía utilizando, hasta que una tormenta de viento cortó varias de sus
riendas y lo dejo semisumergido.
A solo 40 kilómetros, en la llamada Punta María, volvemos a
tomar contacto con la costa. Así
llegamos hasta la estancia Viamonte. A partir de aquí, el camino deja la costa
y de interna en la isla con rumbo al extremo oriental del lago Fagnano, donde
se encuentra la ciudad de Tholuin.
Al dejar la costa, el terreno
deja de ser llano para convertirse en lomadas, que ofrecen protección de
los vientos y comienzan los montes de Lenga. Estos están cubiertos por líquenes
que le dan un aspecto tenebroso, pero según dicen los que saben, donde hay
líquenes el aire es más puro.
Cerca de las 15 hs llegamos a Tholuin. Es una pequeña ciudad
cuya principal actividad es la industria forestal como así también el turismo.
Después de cargar combustible, entramos al pueblo para
visitar el famoso parador/panadería La Unión. Es un parador muy original.
Originalmente era una panadería, ahora es cafetería y lugar de parada obligada
de las excursiones que por allí pasan. Se ven fotografías de artistas y famosos
que por allí pasaron. En un rincón temático hay un homenaje a Rene Favaloro,
con una figura a tamaño real del famoso cirujano, donde la gente se
fotografía.
Originalmente la idea era hacer noche aquí, porque creíamos
que, entre la balsa, las aduanas y el camino desconocido nos iba a llevar más
tiempo llegar hasta aquí. Así que merendamos un excelente café con leche,
acompañado de dulces exquisiteces que allí elaboraban y continuamos viaje
directamente hasta Ushuaia.
Dejamos Tholuin, siempre en medio de un espeso bosque y la
ruta en excelente estado serpenteando la orilla del lago Fagnano.
A no más de cinco kilómetros
pierdo de vista a Manuel que me precedía. Me detengo a esperar que me
alcanzaran. Los minutos pasaban y no aparecían.
Un rato más tarde aparecen Alejandro y Raúl, con la noticia que Manuel
había pinchado la rueda trasera. Que el resto del grupo se encargaba de
ayudarlo y que nosotros siguiéramos para encargarnos de conseguir alojamiento.
Sacaron la rueda y la llevaron a Tholuin con una cámara de
repuesto.
Después de rebotar en tres gomerías que no querían ni desarmar la
rueda, mucho menos emparcharla, regresan donde la moto y con las herramientas que
tenían desarmaron la cubierta y reemplazaron la cámara. Con tanta mala suerte
que al armarla mordieron con las barretas la cámara nueva, pinchándola. Vuelven
a desarmar y la única cámara que quedaba era una delantera rodado 21, la pusieron
igual. Y como en Ushuaia tampoco conseguimos quien la desarme, termino el resto
del viaje con la cámara 21 dentro de la rueda 17, sin ningún problema.
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paso Garibaldi |
Los que seguimos, pudimos disfrutar de los hermosos paisajes
hasta llegar a Ushuaia de día. Ni bien dejamos el lago Fagnano comenzamos a
bordear el lago Escondido, rodeado de un paisaje multicolor que le da la
vegetación del lugar. Comenzamos a ganar altura hasta llegar al paso Garibaldi.
Única conexión para llegar a Ushuaia. En invierno suele estar muchas veces
cerrado por las intensas nevadas o por el hielo que allí se forma. El camino
aquí es de cornisa y muy vistoso, con el lago a nuestros pies. Los cerros nevados a cada lado del camino nos
acompañan hasta llegar al rio Lasifajaj, al que bordeamos unos cuantos kilómetros en medio de turbales.
Estos utilizados en muchos lugares como combustible y los escoceses lo venían a
buscar porque es uno de los componentes utilizados para darles al whisky un
particular y único sabor.
Unos kilómetros más y dos enormes carteles nos indican que
llegamos al objetivo de este viaje. La ciudad más austral del Mundo, Ushuaia.
Un sueño más que se cumplía. Los últimos rayos de sol nos dejaron
fotografiarnos en la entrada de la ciudad.
Desde este punto se aprecia lo grande que es la ciudad, y confieso que me sorprendió. Siempre imagine que era un caserío a orillas del canal de Beagle. Pero no, es muy grande y vistosa. A resguardo de los fuertes vientos, a los pies de cerros nevados, aunque parezca increíble el clima de esta ciudad es especial. Con 5 grados de temperatura andábamos con una remera y un buzo de polar. A esa misma temperatura en Santa Teresita, necesitas el doble de ropa .
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Mision Cumplida!!! |
Las laderas de las montañas, cubiertas por caseríos, su puerto, el aeropuerto, era como estar en una de esas tantas fotografías que desde hace tiempo veíamos y soñábamos con lograr visitar.
Nos adentramos en el caótico tránsito de la ciudad cerca de las 19hs, hora en que todo el mundo
parece que sale a la calle. Buscamos muchos, pero muchos hoteles, y ninguno tenía con cochera. Después de mucho recorrer encontramos uno que si tenía estacionamiento, también tenía pileta climatizada, y muchas, pero muchas estrellas en la puerta. Pero, a pesar de las estrellas el precio no era mucho más caro que otros que habíamos recorrido sin tantos servicios. Así que, lo tomamos, en parte, como un premio por haber hecho tantos kilómetros y llegar al destino.
Esperamos la llegada del resto del grupo que había quedo emparchando la rueda y nos acomodamos en el hotel. Dejamos los bártulos y nos dirigimos a la pileta climatizada, unas dos horas para ablandar las endurecidas osamentas.
Como evitamos hacer noche en Tholuin, ganamos un día más en Ushuaia para conocer todos sus atractivos.
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Ushuaia |
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Ushuaia |
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Cerro Castor |
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Aerosillas de Cerro Castor |
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Paso Garibaldi |
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Lago Escondido |
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Panaderia la Union |
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Colonia salesiana |
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antiguo radar |
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La costa de San Sebastian |
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La costa de el Porvenir(Chile) |
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El Porvenir(Chile) |
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monumento a las tribus nativas en El Porvenir(Chile) |
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El Porvenir(Chile) |
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El Porvenir(Chile) |
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El Porvenir(Chile) |
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El Porvenir(Chile) |
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El Porvenir(Chile) |
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El Porvenir(Chile) |
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cabina de mando del trasbordador |
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la confiteria del trasbordador |
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mi Buenos Aires, queriiidooo, cuando yo te vuelva a ver..... |
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amanece en el estrecho de Magallnes |
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fijando las maquinas |
Día 11
Visita a la penitencieria
y excursion en catamaran
Sin compromiso de salir temprano, aprovechamos unas horas más
de sueño. Al abrir las ventanas la vista era indescriptible, a un lado el canal
de Beagle con su puerto y al otro la antigua cárcel con los cerros nevados como
fondo.
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puerto de Ushuaia |
Bajamos a desayunar. Que desayuno!! Después de haber compartido 4 tipos un
saquito de café y un turrón esto era el paraíso. Medialunas, las que
quisiéramos. Tortas, a elección. Hasta una sartén para hacer huevos revueltos
con jamón, como acostumbran los norteamericanos. Después de semejante panzada
no nos quedaban ganas de almorzar prácticamente.
Decidimos conocer la cárcel. Estaba a solo una cuadra del
hotel. Abonamos la entrada, unos $ 120 y nos sumamos a una guía que explicaba
vida y obra de cada personaje que por allí paso. Es increíble cómo funcionaba y
se auto sustentaba, con su usina, su pequeño tren que servía para proveer de
leña al penal para calefacción y para generar electricidad. Como, los reclusos,
elaboraban muebles para ser comercializados y mantenerlos ocupados.
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Presidio |
La visita hay que
hacerla tranquilo, pues lleva toda una mañana o una tarde recorrerla por
completo. Pues en cada celda tiene un mini museo. Desde antiguos instrumentos
de medición náuticos, reliquias de indígenas, muchas fotografías antiguas desde
la fundación, hasta de la fiebre del oro que ocurrió a principios del siglo
pasado. Los restos de lo que fue el faro del fin del mundo, inmortalizado por
Julio Verne en una de sus novelas y el faro a escala real.
Vale la pena visitarla, nos transporta a lo que fue la vida
sacrificada de los que allí cumplieron su condena, como así también de la población que allí se estableció cuando nació
la ciudad.
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Faro les eclaireurs |
A las 14,30 teníamos una excursión de 2 hs en catamarán para
recorrer el canal de Beagle, el faro Les Eclaireurs y unas loberías. Ya
habíamos averiguado por la mañana el precio. La excursión corta salía $400 per cápita,
pero por diez personas nos hicieron un descuento y nos quedó en $300 cada uno.
Al llegar para embarcar, un personaje disfrazado como preso
de la cárcel, nos dice que la excursión estaba completa. Pero, y aquí es donde
se pone en juego ser muchas personas en el
grupo, el no
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puerto de Ushuaia |
querer perderse a 10 tipos, le buscan la solución. Terminamos
haciendo la excursión larga, la de 4 hs, que salía $700, por el mismo precio, o
sea $300.
La excursión recorre una serie de islotes a lo largo del canal de Beagle. La lobería, el faro, que
todo el mundo se cree que es el del fin del mundo, es muy vistoso verlo sobre
un pequeño islote, al que la lancha rodea varias veces, para continuar casi una
hora más de navegación hasta llegar a una pinguinera, donde predominan la
especie de pingüino emperador, con su hermoso plumaje en la cabeza color amarillo perfecto. La lancha queda
prácticamente a centímetros de la playa por la abrupta pendiente que tiene la
arena. Los pingüinos permanecen inmóviles, como posando para avalancha de
flashes que les disparan.
Con los últimos reflejos anaranjados del sol detrás de los
cerros que cobijan la ciudad, llegamos a puerto. De allí, nuevamente a la
pileta del hotel, hasta la hora de la cena.
Hicimos una recorrida por las calles céntricas, haciendo
compras. Hay muchas casas de souvenirs muy grandes, con artículos de los más
variados, unos más lindos que los otros,
nos queríamos traer todo, pero el límite lo ponían nuestros bolsos. Muchos
aprovechamos a comprar ropa de abrigo, porque la variedad y los precios eran
muy tentadores. Se consigue indumentaria importada que no es común de conseguir
en otros lados y a unos precios más que accesibles.
Nuevamente el abundante desayuno, pero unas horas más
temprano, pues iríamos a Bahía La Pataia, distante unos 28 km del centro hacia
el sudoeste. Éste, es el extremo sur de la ruta 3, cercano al límite con Chile.
Es el punto obligado para quien visite Ushuaia, y sacarse la típica foto junto
al cartel que indica el final de la ruta RN3.
La mañana estaba bien
fresca, así que nos pusimos todo lo que teníamos de abrigo encima. Pero
curiosamente en pleno parque nacional,
el termómetro de la moto acusaba 1,5 grados, pero no hacia frio, si!!, no hacia
frio estaba agradable .
A poco de salir del casco céntrico, el asfalto se termina y se llega al puesto del guarda parques donde
controlaron todos los documentos para certificar que no haya extranjeros
infiltrados, y pagando $ 40 c/u ingresamos a un espeso bosque natural de Lengas
sobre una ruta de ripio que parecía
asfalto, de tan prolija y mantenida que estaba. Esta ruta bordea en muchos
tramos el recorrido del pintoresco tren que antiguamente partía desde la cárcel
hasta estos bosques en busca de leña. Y testigo de ello son los tocones de los
arboles ya talados desperdigados por todo el bosque a la vera de las vías.
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El tren del fin del mundo |
A mitad de camino, nos encontramos con el final del
recorrido de las vías, y entre el follaje se veía la pequeña locomotora con la
formación de vagones, maniobrando para regresar. Es muy bonito ver esa pequeña
locomotora humeando, ya no vapor sino diésel, simulando la blanca humareda del
tren original, muy bien mantenida y pintada como recién salidas de fábrica.
Continuamos por ese hermoso camino, cruzando muchos cursos
de agua, que los castores, ahora plaga en esta zona, represan para hacer sus
hogares. Nos contaban acerca del problema que generan los castores. Es una
especie introducida por el hombre, traído desde el hemisferio norte. El
problema radica en que, en la zona donde habita en el hemisferio norte, las
especies arbóreas de las que se alimenta este roedor, se regeneran en poco
tiempo. En cambio las especies del sur son árboles que tardan años en crecer y
no vuelves a brotar del mismo tronco. Por eso se lo declaro plaga, por la deforestación
que provoca.
Llegamos al final del camino donde hay un estacionamiento y
el famoso cartel que indica que llegamos al final del recorrido de la ruta RN3
y la distancia hasta Buenos Aires que es donde comienza. Sacamos todas las
fotos de rigor para inmortalizar el momento. A partir de allí comienza una
pasarela que conduce hasta la orilla de la bahía. Con un hermoso mirador donde
se aprecia el canal de Beagle y a nuestras espaldas los cerros nevados rodeados
de una paz que no hay nada que lo interrumpa, solo el sonido de la naturaleza.
Iniciamos el regreso, y hacemos una parada en la estación
donde parte el tren. El lugar donde está emplazada es un valle a orillas de un
rio. Dentro de la estación hay un gran
recinto que es el taller donde se le hace el mantenimiento a las locomotoras y
a través de ventanales se ve el trabajo que hace la gente que allí trabaja. El
interior de dicha estación está ambientado como una estación europea antigua,
donde hay una linda cafetería y locales de souvenirs.
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estacion del tren del fin del mundo |
Al salir del parque nacional, nos aconsejaron visitar el
glaciar Marthial, a solo unos 5 km del centro. Un camino asfaltado sinuoso nos
fue llevando montaña arriba hasta llegar a una gran playa de
estacionamiento. De
allí en adelante el camino es una trepada que se hace a pie, y con una fuerte
pendiente que hacía muy agotadora la caminata. Sumado a esto, no estábamos con
la vestimenta adecuada para hacer trecking, todo lo contrario, pesadas camperas
de moto, botas de moto, pantalones de abrigo, calzoncillos largos, todo lo
opuesto a como deberíamos estar preparados.
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Caminata al glaciar Marthial |
Pese a esto después de casi una
hora de caminata la pendiente se nivelo y pudimos continuar más aliviados hasta
un sector a los pies de la montaña donde ya había nieve. Para llegar hasta el
glaciar había otro trecho igual, y con la facha que teníamos no estaba para
hacer semejante locura.
Comenzamos el descenso. Si la trepada fue dura, la bajada
fue peor aún. Tal era la pendiente que nuestro cuerpo hacia que quisiera
ganarle a nuestras piernas. Las rodillas a la miseria, había que descender en
zigzag para no terminar rodando.
Al lado del estacionamiento había una confitería abierta, así
que allí nos dirigimos para recuperar las energías gastadas. Un buen sándwich
de jamón con un rico pan casero, acompañado de una cerveza artesanal local.
Acto seguido fuimos en busca del taller de Pablo Onyszczuk,
yo, a cambiar las pastillas de freno delantera que ya no daban para más, hacían
un chirrido terrible y temía me rayaran los discos. Manuel, tenía que cambiar
la cámara trasera y Alejandro, cambiar la cadena que ya estaba en sus últimas.
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el taller de Onyszczuk |
Como describir lo que es el taller. La vereda y el jardín de
la casa es un cementerio a cielo abierto de cadáveres de cualquier cosa que
tenga motor. Motos de nieve, ciclomotores, cuatriciclos, motosierras, kartings
y otras cosas que no sé a qué pertenecían. Dentro del taller, las paredes y el techo están cubiertos con viejos
trofeos, posters de carreras de los 70´s, pedazos de aparatos indescriptibles.
El banco de trabajo ocupado con cachivaches y partes desarmadas, quedando libre
solo un sector de no más de 80 por 40cm libre que es donde trabaja diariamente.
El centro del galpón lo ocupa una salamandra a gas improvisada con el centro de
un viejo termotanque. Para poder entrar las motos tuvimos que desocupar hacia
afuera, a la calle, un par de motos viejas arrumbadas con pocas posibilidades
de volver a la vida.
Las pastillas para la GS eran imposibles de conseguir, así
que usando el ingenio argento, adapto unas pastillas de, no sé qué moto, a las
que soldó unos trozos de hierro para crear el encastre igual a la original. Me
sáco el sombrero, quedaron de maravilla, complete el viaje sin problemas con
ellas.
Con Alejandro la cosa fue peor, tuvieron que desarmar media
Versys para volver a colocar la protección plástica que evita el roce de la
cadena con el horquillon, pero no fue imposible .
|
angry bird |
Amaneció lloviznando. Así que la partida del hotel fue con
los trajes de agua puestos. Tomamos la costanera rumbo a la salida de la ciudad
siempre bajo una persistente garúa. Transitamos a paso lento pero seguro, como
estaba fresca la mañana, teníamos miedo que haya hielo en el paso Garibaldi. Para
nuestra suerte no fue así, es mas en este sector de la ruta ya había comenzado
despejar y la ruta se estaba oreando. En tholuin recargamos combustible, café y
a la ruta nuevamente.
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glaciar acceso a Ushuaia |
Cuando comenzamos a dejar la protección de nos daba el
bosque, comenzamos a notar la fuerza del viento, que se incrementaba a medida
que nos acercábamos a Rio Grande. Tan fuerte era el viento que algunos llegamos
con la reserva y tuvimos que entrar a Rio Grande a cargar combustible. Una sola
de las pocas estaciones de combustible estaba despachando, y la cola era interminable.
Dejamos la ciudad con sus calles embarradas rumbo a San Sebastián donde haríamos
noche en la hostería del ACA a solo metros de la aduana argentina, para al día
siguiente partir a primera hora y tomar el ferri hacia el continente.
El viento cada vez era peor. Las ráfagas sacudían las motos.
El manejar era agotador, siempre acostados sobre el viento para contrarrestar
la fuerza que nos hacía. La ruta en este sector, está en una planicie sin protección natural alguna.
De a poco fuimos llegando a la hostería del ACA y tirando la moneda a ver quién
entraba a las duchas primero. Pues el frio era terrible. Las banderas de la estación de servicio contigua, parecían
las que planto el Apolo 11 en la luna, rectas por acción del viento.
La desolación era terrible, no hay nada a 100 km a la
redonda. San Sebastián, es un caserío con menos casas que villa Roch, a solo 100mt de la aduana argentina. Somos
afortunados en tener wi-fi y en la confitería, el único tv en toda la hostería.
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turistas checos |
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El ACA de San Sebastian |
Tuvimos que ir a sorteo para decidir si ver el partido o el resumen semanal de
Onur. Se impuso el partido. A pedido, nos prepararon un delicioso guiso de
lenteja, nevado con queso en alusión al frio pasado. El viento sigue soplando y
se mueven las chapas del techo. El soplido del viento de a ratos se pierde
tapado por ruido que hace el generador que nos da energía eléctrica. Tememos
que la balsa no salga si sigue el viento con esta intensidad.
En el comedor,
estamos como una gran familia, alrededor del televisor, los camioneros, una
pareja de checos que están recorriendo el mundo, que miraban sin entender un
corno lo que se hablaba, solo consentían con la cabeza, en un rincón estaban,
el personal de aduanas que allí se alojan y que al otro día tenían que hacernos
los tramites. Nosotros siendo mayoría, teníamos el dominio del control remoto.
Para poder usar el único mazo de cartas que hay, mostramos
los dientes, cual perros, para defender la posesión, contra los camioneros aquí
alojados, a la espera de la apertura de
la aduana.
Día 14
Desde San Sebastian hasta Rio Gallegos
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Aduana de San Sebastian |
Cómo y por dónde empezar......desayuno en hostería, nos
abrigamos bien, porque el viento se despertó antes que nosotros. Cargamos todos
los bártulos, y nos fuimos a la aduana.
Como siempre el personal aduanero y de migraciones, en ambos
lados de la frontera, nos atendían de la manera más burocráticamente posible, y
con su mejor cara de mal desayunados. Tramiterio que
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Aduana de San Sebastian |
deberíamos realizar 2
veces para hacer unos míseros 150 km dentro de territorio chileno. Unos 100 km
de ripio y unos 50 de cemento. Eso sí, las partes sin ripio, son para
felicitar, cada 5 km hay lugares para estacionar, iluminados con paneles
solares y la carteleria es por demás excesiva.
A media mañana, se levantó
un fuerte viento que superaba en parte los 80 km/h, haciendo que manejáramos
inclinados unos 20 grados. Fue terrible, y ni hablar cuando te cruzabas un camión.
El cuello a la miseria, una experiencia muy incómoda, y el consumo excesivo de
nafta, hizo que tuviéramos que usar la nafta del bidón auxiliar. Otros llegaron
con olor a rio Gallegos. Pues desde San Sebastián, hasta rio Gallegos, no hay
combustible.
Llegamos a Bahia Azul,
lugar donde atraca el ferry. Es curioso llegar y ver que la ruta
desaparece debajo del mar. A los 15 min llego la embarcación, se arrimó a
la costa de una forma que parecía
encallar, y comenzó a bajar la planchada, y
en pocos minutos descargo todos los vehículos que traía desde el continente.
Comenzamos a abordar y acá no eran tan meticulosos como en el
ferry de Punta
Arenas, uno tenía que encargarse de fijar la moto con sus propios zunchos. Luego de media hora de navegación, estábamos
en el cruzábamos el estrecho de Magallanes. Es tanto el tráfico, que operan 4
ferrys constantemente. Aproximadamente cada media hora zarpa uno.
Aprovechamos a
almorzar en la única confitería que hay al bajar a tierra, para enfrentar lo
que nos quedaba hasta Gallegos.
Nuevamente el viento nos
acompañaría el resto del día. Realizamos el
trámite aduanero que en este caso
la aduana es unificada y haces todo el tramiterio en un solo lugar. La ruta es
en este tramo, muy solitaria, ventosa, y lo único que nos mantiene entretenidos
son los guanacos y los Choiques (especie de ñandú petizo).
Son un verdadero peligro, pues en grandes grupos caminan por
la ruta y cuando uno se acerca, no se sabe para dónde van a salir, o muchas
veces nos ocurrió que al sobrepasar algún vehículo, en ese mismo momento se nos
aparecían por delante del vehículos que estábamos adelantando. Un verdadero
peligro, y prueba de ello eran la cantidad de osamentas a la vera del camino.
A no más de 40 kilómetros,
a mano derecha, hay un desvío y nace una ruta que lleva en forma recta unos 90 kilómetros, atravesando estancias, hasta
Cabo Vírgenes, que evita el tener que ir
y venir hasta Gallegos. Pero la falta de combustible nos hacía imposible ir por
allí. Aproximadamente a las 17 hs. llegamos
a Rio Gallegos. Exhaustos por el castigo recibido por el viento y el estrés generado
por la atención constante de los animales.
Después de cargar
combustible, cuatro del grupo partimos a Cabo Vírgenes, distante unos 140 km,
para visitar el comienzo de la ruta 40, el km 0 de la ruta 40. Un ripio extremo
combinado con un terrible viento. En lugares te ponía la moto de costado sobre
el ripio. Este tramo de la ruta solo es utilizado por las compañías petroleras
que allí operan y por algún que otro loco interesado en conocer el extremo sur
del continente Argentino.
A medida de
avanzábamos, cruzamos varias estaciones de bombeo de gas y petróleo y también
varias estancias, una de ellas, la más grande, llamada curiosamente Monte
Dinero.
El camino cuanto más
avanzábamos más se deterioraba, hasta que en el último tramo era prácticamente
canto rodado de unos 5 o 6 cm . Al fin llegamos a una lomada con un faro en su
cima que decía faro Cabo Vírgenes. Pero siguiendo la costa más al sur veíamos
un faro de color blanco y rojo, que sí estaba en la punta del continente. Hacia
allá fuimos, resbalando sobre canto rodado, unos 10 kilómetros, hasta llegar a una tranquera por la que se accedía
a una pequeña destilería sobre la playa. Y un cartel que advertía: “prohibido
el paso” y se interponía entre el faro y nosotros.
Como explicar la desilusión de estar a solo 3 kilómetros del
faro y no poder llegar por esa maldita tranquera. Encima, habiendo hecho 140 kilómetros.
Al costado de la tranquera había un pequeño guardaganados, y siendo las 6 de la
tarde casi atardeciendo, el personal se había retirado. “Yo me mando” le digo a
mis compañeros, a lo sumo recibiría un reto y listo, quien me quita el trofeo
de haberme fotografiado en el último faro del continente. Así fue, entramos, y
nadie salió. Llegamos hasta donde el camino termina, pegado al mar y cortado
por un alambrado. Y nuestra sorpresa fue darnos cuenta que ese alambrado era la
frontera con chile, y el faro, que estaba a solo 500 metros, era chileno, lo
que ellos llaman Punta Dungenes. De todas formas recorrimos el lugar lleno de
bocas de pozos petroleros abandonados a escasos metros de la playa. El mar aquí
es tenebroso, revuelto, y la playa es totalmente de canto rodado grande
imposible de transitar.
Desde esta punta del continente, y mirando hacia el oeste veíamos
como el sol comenzaba a ponerse sobre el estrecho de Magallanes. A lo lejos, ya
en territorio chileno, sobre el estrecho se divisaban varias plataformas
petroleras ancladas en medio de la bahía que se formaba. Comenzamos a volver ya
de noche, pero conociendo el camino.
El resto del grupo ya se había alojado en un hotel del
centro. Silvio ya se había reencontrado con su KLR proveniente desde Calafate.
Por suerte estaba sin rayones y todo en condiciones para al otro día seguir
viaje. El único inconveniente era que no arrancaba, no tenía carga la batería. Después
de hacerla cargar la moto arranco sin problemas.
Rio gallegos es una ciudad muy grande. Ventosa todo el año. En
la fecha que la visitamos, un conflicto con los empleados municipales, hacía
que no haya recolección de residuos, haciendo de la ciudad un caos y dando un
aspecto que dejaba mucho que desear.
A solo cuadra y media del hotel, nos instalamos en una
vistosa pizzería frente al casino. Con la panza llena, y de regreso al hotel,
lubricamos las cadenas y a dormir, no sin antes tomar un ibuprofeno para
aliviar el cansancio muscular en nuestro cuello provocado por el viento.
Día 15
Desde Rio Gallegos hasta Comodoro Rivavadia
Desayuno en el hotel. Cargamos el equipaje, y a la ruta
nuevamente. Ese día teníamos que hacer aproximadamente unos 800 km para llegar
a Comodoro Rivadavia.
El viento seguía con una intensidad de unos 60 km/h. Siempre
del oeste. El cuello por hacer fuerza para mantener el casco derecho, ya lo tenía
a la miseria. Los animales sueltos ya eran una constante. En estos tramos de
ruta que no hay nada, me di cuenta que en toda Santa Cruz hay más guanacos que
ovejas. Y no sé, si se comercializa industrialmente la carne de estos animales.
Porque además, supongo que no tienen un dueño, no hay alambrado que los
contenga. Era curioso ver con la facilidad y la gracia que saltaban los
alambrados. Sin esfuerzo alguno lo sorteaban como quien se sube a al
cordón de la
vereda.
Al llegar a la rotonda que conduce a puerto Santa Cruz, al
reparo de un gran cartel lo veo a Silvio detenido revisando el KLR. No
arrancaba. Comienzo por medir con una lámpara de pruebas y al dar arranque la
batería de moría. Los cables para puentear los tenia Alejandro más adelante, así
que, con unos chicotes de cable fino que tenía puenteamos ambas motos para
traspasarle energía y que levante
carga, porque no iba a ser posible arrancarla
con un cable tan fino. Después de un rato de carga la moto arranco. Vuelvo a
probar y al acelerar la lámpara no me acusaba corriente desde el regulador de
voltaje, así que por ahí venia el problema. Para evitar consumo eléctrico le
desconectamos las luces delanteras, y de esta forma continuó viaje. Después
alguien nos dijo que uniendo dos cables del regulador, se logra que circule
corriente y cargarla batería, pero controlando de no pasarse para no dañar la
batería.
A unos pocos kilómetros más adelante, en Piedra Buena, nos
reencontramos con el resto del grupo. Cargamos combustible y almorzamos algo
liviano en la misma estación. El viento soplaba de una forma terrible. Dentro
del local que escuchaba a través de los burletes el soplido del viento como si estuviéramos
en el desierto. Silvio para que no le agarre la noche sin luces siguió viaje.
Llegamos a un mirador bien señalizado que nos indicaba que
el valle que estaba a mano izquierda de la ruta
era la depresión llamada Bajo de San Julián que se encuentra a unos
105 metros debajo del nivel del mar, es
la más profunda de América y la sexta en el mundo. Todavía recuerdo haber
estudiado en la escuela este tema y deseando algún día estar allí…este era ese
momento.
Continuamos hasta puerto San Julián, donde entramos a
recargar combustible pues hasta Caleta Olivia no hay nada. Nos llamó la
atención que en este pueblo tenían una carabela como la que tenemos en Santa Teresita
a orillas del mar, muy vistoso. Y un muelle muy bonito y con algunas
embarcaciones varadas como decoración. Siguiendo por la costanera hay un
monumento conmemorativo de la guerra de Malvinas, con un avión de caza sobre
una columna.
Dejamos atrás la ciudad y volvimos a nuestro querido viento.
No pasaron muchos kilómetros más, cuando nos detenemos en el pequeño caserío de
Tres Cerros a recargar combustible nuevamente, y José nos dice que la cadena no
va más, ya estaba demasiado estirada y se le saltaba. La buena suerte seguía de
nuestro lado y quiso que por casualidad el gomero de esa estación de servicio
tuviera las herramientas para poder acortar la cadena del KLR.
Llevamos la moto a un galpón detrás de la estación. Mientras
José y Fabián sacaban la cadena, el gomero se puso a desarmar la amoladora para
cambiarle los carbones, porque no funcionaba. Decidimos cortar dos de los
eslabones porque era mucho lo que estaba estirada. Cuando van a poner la
cadena, el registro que estira la cadena no llega a desenroscarse del todo y la cadena queda
corta. No había vuelta atrás, así que por suerte yo llevaba una unión de
cadena, la pusimos junto a la que ya tenía y zafamos, pudo continuar viaje por
suerte. Arreglar la cadena nos llevó más de una hora. Esto nos pasaría factura más
adelante.
Luego de pasar la localidad de Fitz Roy el terreno comienza
a poblarse de las conocidas cigüeñas, como se las denomina a las bombas
extractoras de petróleo. Es gracioso ver como en medio de la nada esos aparatos
funcionan día y noche sin descanso extrayendo el preciado mineral.
Con los últimos rayos del sol llegamos a Caleta Oliva en
medio de una zigzagueante ruta que esquiva unas grandes lomadas que preceden la
llegada a la ciudad.
Al llegar la ruta en lugar de alejarse de la costa, hace
todo lo contrario se transforma en la costanera y atraviesa por la principal
arteria, el centro de la ciudad, generando un verdadero caos de tránsito. Es
increíble que no hayan hecho una circunvalación alejada del centro para evitar
el paso de grandes camiones y el tráfico de esta transitada ruta troncal. En
pleno centro hay una escultura gigante de un obrero del petróleo operando un
grifo de extracción.
Saliendo de la ciudad, la ruta corre paralela a la playa.
Lamentablemente no pudimos disfrutar de la vista, porque el retraso con la
cadena hizo que nos ganara la noche. Así que los 70 kilómetros que nos separaba
de Comodoro Rivadavia los hicimos de noche y en medio de un intenso tráfico en
ambos sentidos que hay entre las dos ciudades. En la pantalla del GPS veía el
recorrido de la ruta e imaginaba la vista que tendría este tramo de ruta a solo
metros del mar. Fue un verdadero pecado habernos perdido esta vista.
Agotados por los 800 kilómetros que habíamos transitados
acosados por el constante viento, hicimos ingreso a la ciudad de Comodoro Rivadavia.
En una de las primeras rotondas Alberto nos esperaba en la banquina para que no
pasemos de largo. El y parte del grupo llegaron más temprano para buscar
alojamiento, el resto quedamos a la espera de José mientras arreglaba la cadena.
Ya teníamos reservado un hotel frente a la ruta, muy cómodo y frecuentado por proveedores.
Mientras descargábamos el equipaje llega Silvio que había sido el primero en
llegar a la ciudad en busca de una batería, pensando que era ésta la que le
estaba trayendo problemas. Pero no vino solo, lo hizo acompañado de un viajero
mejicano a bordo de una hermosa y exótica Tenere 660, si de esas que nunca
entraron al país, y un motociclista de esta ciudad que lo acompaño para no
perderse.
Acordamos al otro día a las 9 hs encontrarnos aquí mismo para que
viajara en compañía nuestra. Nunca apareció.
En el mismo hotel teníamos restaurante, así que cenamos
aquí. Esa noche la cama nos llamó muy temprano, estábamos agotados.
Día 16
Desde Comodoro Rivadavia
hasta Rio Colorado
Un buen desayuno nos cargó de energía para lo que sabíamos
que iba a ser un duro día de sumar kilómetros y que el viento no nos iba a
abandonar.
Comenzamos a atravesar el centro por lo que sería la
costanera, otra vez en medio de un intenso tránsito, hasta que llegamos al
cerro Chenque. Una inmensa loma de tierra, no de roca, que resguarda a la
ciudad que crece a sus pies, de los vientos patagónicos. Llega hasta la costa y solo la separa del mar,
el paso de la ruta. En su cima se encuentran gran cantidad de antenas de
comunicación y un parque eólico que aprovecha los fuertes vientos para dar
energía eléctrica a algunos barrios cercanos. A media altura de la loma, en su
ladera sur, se veían a gran altura, maquinaria vial trabajando en un mirador
que dará un lindo atractivo a la ciudad.
A la salida de la
ciudad se encuentra un original monolito indicando el nombre de esta, hecho con
una aspa de los inmensos generadores eólicos.
La ruta sigue, esquivando lomadas como el cerro Chenque pero
de menor tamaño, hasta la localidad de Astra, donde deja la costa y se adentra
en la llanura patagónica. El paisaje seguía sembrado de pozos petroleros,
algunos instalados en lugares tan insólitos como ser las laderas de estas
lomadas.
Después de casi 180 interminables kilómetros de no ver nada
interesante a nuestro alrededor, llegamos a un oasis en medio del desierto
llamado Garayalde, allí en la estación del ACA recargamos combustible para que
nos permita llegar a Trellew. No hay otra estación de aquí en adelante, está
enclavada en el punto justo de la autonomía de cualquier moto.
El medio día nos
encontró en Puerto Madryn. Entramos
a la ciudad porque había varios del grupo que no conocían y de paso
almorzaríamos. Fotografía obligada en el mirador desde el cual se divisa toda
la ciudad desde la altura. Recorrimos la costanera y fuimos a almorzar en un
restaurant de la Av. roca. Al rato para
nuestra sorpresa llego un señor que yo conocía desde hace dos años cuando en
Mar del Tuyu, estando él de vacaciones, charlamos de motos. Edgardo lo conoce
de varios años atrás pues es cliente de él y tiene casa en nuestra ciudad.
Todos lo conocen como Julio “el ballenero”
Groba.
Después de almorzar y charlar de las experiencias del viaje,
Julio nos acompañó para salir fácilmente de la ciudad.
Volvimos a la ruta porque aun teníamos unos 400 km por
delante. La primera parada fue Sierra Grande. El grupo se fue separando,
algunos paramos a tomar fotografías, otros a controlar las motos y eso hace que
el grupo no sea un solo pelotón. Esto permitía una carga de combustible más rápida,
eficiente y no tan amontonados.
Mientras esperábamos a que José estirara la cadena, después
de haber cargado combustible, Fabio nota que su cadena también está bastante estirada. Es como si se hubiera
destemplado ese mismo día. Mientras la estiraba, la casualidad quiso que mirara
la cadena mía y para mi sorpresa noto que el eslabón de unión, se había
quebrado una de las patas a la altura de la muesca que trae para fijar el
seguro. Jamás vi que algo así ocurriera, es una en un millón. Desde el mismo día
que cambie la transmisión, nunca estuve tranquilo con la unión de cadena. No
pude conseguir unión de remachar. No sé porque, pero me da mala espina depender
de un seguro que no es la primera vez que se me sale. Antes del viaje, recorrí
todo mi pueblo, Mar del Plata, tampoco y en la Av. Pueyrredón menos.
Pero que se parta uno de los pernos era extraño. Cuando voy en busca del eslabón de repuesto
entre mi equipaje, me acorde que se lo había dado a José. Nadie tenía otra unión,
y no queria seguir con esa bomba de tiempo en mi cadena.
Pregunto al playero y
me dice..”acá a dos cuadras, al lado del cabaret hay una casa de repuestos”. Si
una en un millón, es la posibilidad de cortar un perno , una en 10 millones es
encontrar una casa de repuesto en medio de la nada, al lado de un cabaret y que
tuviera una unión paso 525 . Una vez más y como queriendo que el viaje no fuera
un dolor de cabeza, allí estaba mi unión de cadena. Un muy poco amigable
vendedor, ponía en mis manos la bendita unión. Compré dos más por las dudas.
Continuamos por la desolada ruta, siempre acompañados por el
viento, hasta que llegamos a la polvorienta estación de servicio de San Antonio
Oeste. Allí conseguimos unas calcomanías de la ruta RN3, y combustible.
Aquí dejamos la traza de la ruta 3 para tomar la ruta
nacional RN251 que nos llevaría hasta Rio Colorado. De aquí hasta General Conesa a orillas del
rio Negro, el terreno es salitroso y de pastizales. A partir de aquí comienza
una recta perfecta interminable de unos cien kilómetros, a la que hicimos de
noche y creo que no nos perdimos de nada, pues imagino que no sería otra cosa
que desierto.
Al llegar a la ruta 22 que conduce a Bariloche doblamos en
sentido contrario y a solo 38 km llegamos a destino. Conseguimos alojamiento en
un modesto hotel a orillas de la ruta.
La calefacción estaba
al máximo, tuvimos que ventilar porque era insoportable. La pieza tenía 3 camas
marineras acomodadas como un Tetris.
Para acceder a ellas debíamos entrar de a uno, porque dos personas no
entraban a la vez en el espacio entre camas. Ni que hablar de lo que fue esa
noche con 6 tipos allí dentro. Entre los ruidos de todo tipo (entiéndase por
esto, a los ronquidos, no a otra cosa), el
olor a la ropa de moto, con 16 días a cuesta y los que emanaban de los cuerpos,
eran un coctel imposible de soportar para un novato.
Fabio y José retocaron las cadenas. A Fabio lo note
preocupado, no podía creer que en dos días la cadena se haya deteriorado tan de
golpe.
Cenamos a pocos metros del hotel en una parrilla en la que
los camioneros son habitués. La
experiencia que te da la ruta dice que, un lugar que se llene de camioneros, es
una garantía que se come bien y barato. De allí a dormir temprano para encarar
la última etapa.
Día 17
Desde Rio Colorado hasta Mar del Tuyu
Luego de desayunar en el hotel y cargar los bártulos,
tomamos la ruta con rumbo a Bahia Blanca, una ruta ya conocida. El clima era el
que desea todo motociclista, soleado y con poco viento.
En dos horas
aproximadamente estábamos cargando combustible en la Esso de Bahia Blanca, parada
obligada en cada viaje al sur. Carga de combustible, algún que otro cafecito y
a seguir, porque teníamos muchos kilómetros por delante, no sin antes despedimos del grupo de Venado Tuerto, José, Fabián
y Silvio, ellos continuarían por la ruta RN33 que traza una recta casi perfecta
desde esta ciudad hasta Venado Tuerto.
Volvimos a la ruta RN3 y a poco de transitarla, comenzó a
soplar el viento con fuerza. Una vez más afirmaba mi teoría que entre Tres
Arroyos y Benito Juares siempre hay vientos. Estos tramos de ruta aburridos sin
paisajes, es donde uno comienza a filosofar dentro del casco. En mi caso,
después de haber escuchado los más de 500 temas de mi MP3, varias veces, llegue
a la conclusión que: el 80% de las
canciones hablan del amor, engaños, desengaños y otras yerbas. Un 5% hablan de
diferencias sociales. Otro 5% habla de sexo y lo que harían en caso de
concretar. Un 6% hablan del atractivo trasero de las mujeres, y de cómo lo
mueve y por ultimo un 4% de la muerte y las drogas.
Al pasar por el peaje de Tres Arroyos, aprovechando la
disminución de la velocidad, Fabio hace una inspección a su cadena porque
sentía como que cada tanto perdía tracción. Se la veía estirada pero normal, lo
mismo la corona. Siguió lo que faltaba hasta Tres Arroyos a marcha lenta. A
unos 5 km antes de llegar, la sensación de pérdida de tracción se hizo una
constante, prácticamente llego con el envión a la YPF, donde el resto del grupo
lo esperábamos.
Saca la tapa del piñón y nota para su desgracia que el piñón
no tenía dientes, solo ondulaciones. Donde conseguimos 12,30 del mediodía un piñón
de Transalp 700? Recordé, que por la avenida principal había una agencia grande
de motos, y allá nos dirigimos, una vez que Fabio había sacado el piñón viejo.
Buscaron, buscaron en las estanterías y había dos que eran bastante parecidos.
El vendedor, nos confió los dos piñones para que los probáramos sin haberlos
pagado. De los dos, el que tenía la misma cantidad de dientes, difería la
distancia entre agujeros de los tornillos de fijación. El otro tenía 2 dientes
menos pero calzaba a la perfección, resulto ser el de XR600.
Ya siendo las 13,30 y con todos los talleres cerrados e
imposibilitados de mover la moto, aún faltaba conseguir una amoladora con que
cortar la cadena que era original y no tenía unión. Porque, al hecho que la
cadena estaba estirada, se sumaba el piñón
con menos dientes, sobraban casi 2 eslabones.
Ya nos hicimos la idea de tener que esperar unas 2 horas a
que abran algún taller. Pensando que la
suerte nos abandonaba, otra vez, “el barba”, entre las nubes paso su brazo y
nos daba la mano. Al lado nuestro se detiene una Trafic ploteada con graficas
que decían Enduro del Atlántico. Fabio se les acerca y les pregunta…”tendrán
una amoladora?”….Y le responden “si tenemos, y esperá un poco que bajamos el
grupo electrógeno así la cortas”. A esto, lo llamo caer de parados, no se puede
tener tanta suerte.
Así fueron todos los
incidentes de este viaje, algunos más y otros menos complicados, pero ninguno
nos dejó tirados, todos fueron solucionables sobre la marcha. El resto del
grupo aprovechamos a almorzar algo liviano mientras Fabio se prestaba a
terminar con la reparación.
Así que, con el grupo en marcha, amoladora en mano, corto
los dos eslabones, y coloco la unión que había comprado de mas, y a otra cosa,
en menos de 20 minutos estábamos en condiciones de seguir viaje. Un
agradecimiento infinito a estos “ángeles de la guarda” que aparecieron en el
momento y lugar indicado.
Enfilamos hacia Benito Juares, por el aburridísimo y
archiconocido tramo de la ruta 3, donde volveríamos a cargar combustible.
Mientras cargábamos, llega una moto de baja cilindrada, no recuerdo si era una
Honda o Yamaha 125 con una pareja de motociclistas. Detrás de ellos se veía una
caja cuadrada como la que utilizan los deliverys pero un poco más pequeña. Y
sobre ella dos bolsos. Cuando se estacionan, sacan una funda de cuerina que
cubría esta caja, y allí tenían una jaula hecha de vidrio y acero inoxidable,
dentro de la cual llevaban a su mascota,
el inseparable loro. Lo que nos reíamos, no tiene nombre, resultaron ser unos
vecinos de nuestro pueblo que se dirigían hasta Sierra de la Ventana unos días
de vacaciones. El loro iba más cómodo en semejante jaula, que las dos personas
que conducían la moto.
De nuevo sobre la cinta asfáltica, dejamos atrás a Benito
Juares y tomamos la interminable ruta 74 que hasta no llegar a Tandil es muy
monótona. En cambio al comenzar el cordón de Tandilia, las ondulaciones y el
paisaje hacen más entretenido el viaje.
El tramo cercano a
Ayacucho le pone un poco de emoción, por la cantidad de baches que tiene. Y casi
sin darnos cuenta cruzamos las vías del tren que corren paralelas a la ruta RN2
y llegábamos a Las Armas, donde haríamos la última carga de combustible antes
de llegar a casa.
De aquí en más, los kilómetros se hacían de goma, seria por
la ansiedad de llegar o para que no nos tome la noche, pues el sol ya estaba
cercano a ponerse.
Pero por otro lado
también te pasa por la cabeza la idea que ya se terminó. Que hay que volver a
la monotonía del trabajo, que ya no tenemos la libertad que tenés al estar
viajando, la falta de compromisos, todo
eso que disfrutas ni bien te subís a la moto. Pero bueno, todo lo bueno
termina, y hay que empezar a planificar el próximo viaje, como una forma de
imaginar que pronto estaremos viajando, aunque sea en la imaginación.
Pasamos Madariaga, Pinamar y al llegar a Mar de Ajo, el tráfico
entre los pueblos era intenso, pero no impidió, que estemos agrupados al llegar
a la entrada de Mar del Tuyu, donde nos separaríamos, no sin antes darnos un cálido
abrazo, y festejar haber llegado una vez más todos sanos y salvos, sin ningún
accidente. No es difícil que, en un grupo grande una distracción termine en una
desgracia, las posibilidades se multiplican. En nuestro caso la suerte estuvo
siempre de nuestro lado.
Una última foto
grupal inmortalizo nuestra llegada. A partir de acá, cada uno a sus hogares
donde nuestras familias nos esperaban con ansias después de 17 días de nuestra partida.
Una vez más y no me canso de repetirlo, agradezco a todos
los que siempre nos esperan, sin tener noticias nuestras, a veces por varios
días, ya sea por falta de señal en los teléfonos o estar en otros países donde
las tarifas son astronómicas. No es fácil para el que se queda, estar pensando
en los seres queridos, por donde andarán, que no les pase nada, pues no están acá
a la vuelta. Un ejemplo de esto lo vivimos hace poco con los vecinos nuestros
que se accidentaron en Ecuador, hablo de Nico y Paula, que por suerte
evolucionaron favorablemente.
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