CATAMARCA 2014

                                               LA DESCONOCIDA CATAMARCA






Siempre digo que los relatos de viajeros de INFORMOTO, muchas veces sirven para volver a recordar esos lugares transitados tiempo atrás o viajar con la imaginación por esos lugares que aun no conocemos. Pero  principalmente despiertan en uno, curiosidad por conocer lugares poco nombrados que ocultan una belleza  sin igual. Esto me paso leyendo el relato de Marcelo Carranza (Informoto 472)que nombraba las cuestas de Catamarca. Buscando  los túneles del antiguo ferrocarril que nunca se inauguro en la maravillosa herramienta que es el google earth, veo la serpenteante ruta 4 que sale de San Fernando del valle de Catamarca hacia el norte, la sigo y cada vez me cautiva mas y mas, su trazado va sobre los picos de la serranía, hasta desembocar en Andalgala.
La idea era visitar algún lugar que tuvieran aguas termales, Fiambala se veía como objetivo, la ruta más fácil era por asfalto por la RP46 hasta belén y de allí a Fiambala. Pero a nosotros no nos gusta el asfalto, así que busque otra ruta para ir al mismo lugar pero por ripio. Había una ruta en Proyecto mapear, la RP47 que lleva a la antigua mina “Capillitas”, otra vez me voy al google earth y veo fotos de una hostería llamada “el refugio del minero”, enclavada en medio de la nada y con todos los servicios.
Había que completar la vuelta para no repetir paisajes. Camino a Fiambala hay un antiguo paso que corta camino y sale a Tinogasta, es la conocida Cuesta de Zapata, ya en desuso porque todo el tráfico se desvía por la asfaltada ruta 40. Ahorrábamos unos 200km  y teníamos un paisaje  fuera de lo común.
Fabio me propone completar la vuelta, en lugar de ir por la ruta 40 hasta Uspallata hacerlo por el lado chileno y poder hacer el  paso de Aguas Negras que ya en una oportunidad no pudimos cruzar. Y de paso hacer los caracoles del lado chileno en la subida al Cristo Redentor. Esa era básicamente la ruta, tomándonos un día de descanso en las termas de Cacheuta, para emprender el regreso.
Este viaje lo recalculamos 3 veces. Primero el  objetivo eran las Cataratas del Iguazú, pero un viaje de Carlos en noviembre, pasado por agua, nos hizo desistir. Planeamos ir a Atacama que en un viaje anterior no pudimos quedarnos y así recorrer todos los sitios interesantes que tiene, pero una vez más nuestros gobernantes devaluaron nuestra moneda, y el sueño de ir a Chile se esfumo. Ahora, al cambio, todo nos sale 3 veces más, del otro lado de la cordillera, el alojamiento, la comida y el combustible.  Así que buscamos paisajes en el norte argentino, que nunca nos falla.
Fabio se encargo, como siempre,  de la logística. Cuantos km hacer por día, en que estaciones parar por combustible, teniendo en cuenta la autonomía de cada moto. En que ciudad alojarnos para no complicarnos con el tráfico, teniendo en cuenta que éramos 11 motos y una camioneta. No es fácil desplazarse en medio del trafico,  tanta cantidad de motos y que alguien no se pierda en un semáforo. Cuánto dinero llevar, teniendo en cuenta que el valor del combustible hoy en día, te puede hacer repensar un viaje. Tengamos en cuenta que gastamos un cincuenta por ciento en combustible y el otro cincuenta  en alojamiento, comida y regalos.





Día 1 Santa Teresita – Villa María (Córdoba)


El punto de reunión fue como todos los años, a  las 6am en la YPF de Santa Teresita. La mañana estaba fresca pero despejada, propicia para viajar. De a poco iban llegando, Ariel con su GS650, Fabio y Matu con sus Transalp, Lucas y Alejandro con sus Versys, Edgardo con la GS1200, Adrián e Ivan en la camioneta y yo en la GS800, faltaba uno, Hernán. Se quedo dormido, y como siempre le pasa lo mismo, decidimos partir hasta San Clemente donde nos estaba esperando Carlos con su Transalp. Que pasó, por la ansiedad del viaje, la noche anterior no podía conciliar el sueño y se tomo una pastilla para dormir, claro, al otro día no escucho ninguno de los despertadores. Así que con su GS1200 no le costó mucho alcanzarnos.
Primera parada, YPF de Castelli, combustible y un buen desayuno.  Próxima parada, Lobos, combustible y la primera anotación en el marcador de caídas.




 Hernán corriendo la voluminosa GS1200 del surtidor se le tumba, apoyándose en los valijones, caída sin consecuencia.  A unos pocos km antes de llegar a Mercedes un camión de soja volcó toda su carga sobre la ruta, con precaución fuimos pasando por la huella  que se formo sobre la soja, hasta que le toco el turno a Edgardo y se ve que, el control de tracción, no sabía lo que era la soja, y derrapo. Otro más para el anotador de caídas. Entre tres levantaron la segunda GS1200 que besaba el piso. Las semillas por su dureza y su contenido de aceite hicieron que el asfalto se transformara en un colchón de bolitas. Solo fue un susto y lo único herido fue el orgullo.
La ruta continuaba monótona, porque ya es arta conocida por nosotros. Lo único que le puso un poco de emoción en este tramo fue la infaltable lluvia, que nos acompañaría unos 50 kilómetros, pocos pero suficientes para fastidiarnos el día. Y digo emoción porque Edgardo y yo calzábamos por primera vez cubiertas con tacos, y nunca las habíamos probado con lluvia, la GS1200 tiene control de tracción, así que ni se dio cuenta, mi GS800 no, y cada vez que aceleraba de más o frenaba más de lo debido, sentía la cubierta trasera un poco “enjabonada”. Pero no era el único, en la siguiente parada el comentario general era lo resbaladizo de la calzada, ese tramo de la ruta 41 esta como alisada con brea y sumado al gasoíl de los camiones era un flán.


Por fin llegamos a San Andrés de Giles, tomamos la ruta 7 hasta la ruta 31, por esta hasta Colon, luego la ruta 8 hasta Venado Tuerto, donde nos esperaban Silvio y José para sumarse al grupo. Cargamos combustible y siendo las 13Hs aprovechamos para almorzar algo liviano para continuar la marcha. Luego de los saludos de rigor ya estábamos nuevamente sobre la ruta rumbo a La Carlota donde nos desviamos por la ruta 4 rumbo a Villa María donde pasaríamos la noche.  Llegamos a la plaza principal, muy pintoresca y cuidada. Villa María es una  ciudad  de campo, muy grande, con una edificación antigua muy vistosa y cuidada. Luego de tomar unas cervezas para festejar la etapa cumplida, buscamos alojamiento, donde conseguimos una variada oferta. Unos optaron por los hoteles  que tienen muchas estrellas, de esas que se ven a la hora de pagar también, y otros nos alojamos por la mitad de precio pero con la misma comodidad,  eso sí, en la entrada no teníamos un señor con ridícula galera.  Cenamos en  frente de la plaza y a la cama.





Día 2 Villa María (córdoba) – San Fernando del Valle de Catamarca


Después de un buen desayuno en el hotel, cargamos el equipaje en la moto, y fuimos al encuentro del resto del grupo. Nos encontramos con la noticia que Ariel se bajaba de la travesía y regresaba porque su madre estaba mal de salud.
Iniciamos la etapa del día transitando la tan nombrada autopista Rosario-Córdoba. Es tan ancha, está en tan buen estado y sus curvas son tan abiertas, que después de un rato se hace monótona y predecible. No por ello hay que confiarse, y hay que estar atentos porque cruzamos varios puestos de control de velocidad móviles con sus cámaras, que no son justamente para llevarse un buen recuerdo.
Otro dato curioso es que en los peajes de esta autopista, las motos pagan. Acostumbrados a transitar todo el país sin pagar ningún peaje, los esquivábamos  como se hace normalmente, por el último carril. Pero al llegar al segundo peaje me doy cuenta que en el cartel con los precios figuraba la tarifa de motos, unos $3, pare en la cabina y pague, mientras parte del grupo, pasaba sin pagar. Al consultar al cajero, me dice que si quería pagaba o sino que lo esquive por el ultimo carril. Ese fue el primero y ultimo peaje que pagamos.
Cerca de Rio Segundo, el cielo se fue cubriendo de nubes, y unos kilómetros más adelante, una vez más  tuvimos que detenernos para plastificarnos, porque se largo una copiosa y molesta llovizna.
Al llegar a Córdoba capital, la bordeamos por la circunvalación para continuar por la pintoresca ruta 9, hasta encontrar la solitaria ruta 60. Es una ruta plana, recta y el único paisaje que tiene son los espinillos y las antiguas y abandonadas vías del Ferrocarril Belgrano que la acompañan en toda su traza.
Al llegar al pueblo de Lucio V.Mansilla a mano izquierda de ven las salinas Grandes de Córdoba. Nos adentramos en el pueblo y seguimos el camino que lleva a la antigua explotación salinera. Todavía se ven montañas del mineral que por años dio vida al pueblo. Cadáveres de maquinarias arrumbadas carcomidas por el salitre, son el reflejo de la intensa  actividad que allí hubo alguna vez. El camino desaparece dentro de la laguna dándonos una idea que en alguna época del año la laguna se seca y permite el ingreso vehículos para la extracción de la sal.







Continuamos por la ruta 60, que unos pocos kilómetros antes de llegar a Recreo, se transforma en la ruta 157, la que seguimos hasta San Antonio de la Paz para desviarnos por la Ruta2. Acá el paisaje ya cambia, hay serranías, montes  y a partir de Icaño, comienza un camino serpenteante que atraviesa tranquilos pueblos serranos como Ancasti y Anquincila, donde con el paso de nuestras motos alteramos la tranquilidad de la siesta.
De a poco y sin notarlo, vamos ganando  altura, hasta que llegamos al pueblito de Los Morteros, a partir de allí el camino transcurre como a lo largo de un extenso balcón, donde a mano derecha tenemos la montaña y a la izquierda toda una hermosa vista del valle encajonado entre serranías  en el que se encuentra la ciudad de Catamarca. El paisaje  cubierto por una verde vegetación,  que nos hace acordar al escritorio de Windows, nos acompaña  hasta llegar a un mirador que nos indica que es el inicio, o el final, dependiendo de donde se llegue, de la famosa cuesta del Portezuelo, inmortalizada por Rodolfo Giménez en la zamba “paisaje de Catamarca”. Desde allí se divisa toda la ciudad y las nubes que la cubren, como así también los caminos que a ella confluyen. Iniciamos el descenso con precaución y disfrutando acostar la moto de un lado al otro para copiar las mil y una curvas que nos ofrece este fabuloso camino.







La cantidad de cruces que hay al borde de la cuesta nos da una idea del respeto que hay que tenerle, porque no hay nada entre el precipicio y nosotros. Al asomarnos al borde se ve el serpenteante camino que sigue bajo nuestros pies, apareciendo una y otra vez entre la vegetación como si fueran deformes terrazas.





























Hicimos los últimos kilómetros de ruta y nos metimos en el caos de la ciudad. Fue terrible transitar 10 motos en medio del terrible trafico catamarqueño. No hay un semáforo sincronizado, las veredas tienen como mucho un metro de ancho, las calles el ancho de dos vehículos, ajustados, como si esto fuera poco una manifestación de municipales, un caos total, me recordaba al  microcentro de Buenos Aires. Un motociclista nos guió hasta un hotel donde nos alojamos. Mas que hotel, parecía la pensión del Chavo, se ve que a medida que el negocio prosperaba, agregaba mas piezas, y en forma desordenada, era un verdadero gallinero, pero bueno, estos sucuchos son los que llenan estas páginas de anécdotas,  paredes manchadas vaya a saber uno con que sustancia, sabanas agujereadas, almohadas con olor a tabaco, piezas que se inundaban con el agua de lluvia, esas vivencias son las que hacen que los viajes sean divertidos.
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Ducha mediante, el calor aún siendo de noche, era insoportable, sumado a esto las calles estaban llenas de bichos que parecían vinchucas, que volaban y al pisarlas despedían un olor hediondo.








Como la noche estaba agradable cenamos en la vereda de una pizzería frente a la catedral. De las conversaciones, se escuchaban anécdotas de hechos  que van sucediendo durante el viaje, que al ser tantos uno no las va viendo. Y como no podía ser menos, el clima, antes que termine el día, nos regaló un poco más de agua. Alcanzamos a cenar y nos tuvimos que ir apresurados porque se largo con todo, y así durante toda la noche, siguió el aguacero.








Día 3 San Fernando de Catamarca – Mina Capillitas


Al amanecer, encontramos las motos empapadas por la lluvia de la noche. Secamos lo necesario para no mojar ni el equipaje ni las asentaderas.
El cielo seguía amenazando con llover nuevamente, porque las nubes estaban encajonadas entre los cerros que abrigan a la ciudad de Catamarca. Nos arriesgamos a seguir sin ropa de lluvia, porque no es la primera vez que en una ciudad rodeada de cerros las nubes cargadas de agua se encajonan y permanecen varios días, y al salir de allí e ir ganando altura el clima cambia totalmente. El pronóstico no fallo. A unos 20 km de la ciudad y a unos 500 mt más de altura, por la ruta RP4 siempre bordeando al rio Tala,  las nubes comenzaron a dispersarse y el sol nos regaló un hermoso día.  La ruta acompaña el recorrido del rio siempre encajonada por los cerros cubiertos de una espesa vegetación que mantenía aun la humedad de la lluvia del día anterior. Luego de varios kilómetros  alcanzamos  la cima del cerro que veníamos bordeando  y al otro lado se desplegaba un valle hermoso  que nos llevaría hasta el pueblo de El Rodeo.






Es una hermosa localidad  atravesada por el rio Ambato y la ruta la recorre a lo largo por sus intrincadas y estrechas calles. Continuamos por la misma ruta siempre por el mismo valle hasta llegar a Las Juntas, otro hermoso pueblo que se extiende a los lados de la ruta y a orillas del rio Los cajones, el cual cruzamos en varias oportunidades en sendos vados.




 El ultimo vado y más profundo, sería el que ponía fin a la cinta asfáltica, para alegría de unos y desgracia de otros que no les gusta el ripio. Los primeros metros de ripio nos recibieron con varios huellones llenos de barro del día anterior. Uno de ellos se llevo al piso a una Versys sin más consecuencia que una linda embarrada  una serie de cargadas.
 A medida que  avanzábamos, el camino trepaba la ladera de la serranía hasta llegar a la cima y por allí arriba transitamos en zigzag de sur a norte,  a un lado y al otro de la cima, dándonos unas vistas maravillosas de las verdes laderas de un lado y el  otro del cerro. La ruta, a pesar de no ser muy transitada estaba en excelente estado y se hacía entretenida de transitar. Un gran codo en la ruta nos indicaba el inicio del descenso hasta la localidad de Los Varela, donde tomaríamos la ruta RP1 hacia el norte.





El paisaje es verde para donde se mire, cortado únicamente por lo blanco del pedregullo de la ruta, como una gran cicatriz. En Los Varela, a orillas de un arroyo, paramos a almorzar. Adrián que venía en la camioneta, bajo el disco de arado y se preparó unos churrascos a la provenzal. La parada nos vino bien para  descansar del tramo anterior que si bien estaba en buen estado, el precipicio no perdona errores y tensiona hasta al mejor conductor.


Además el intenso calor sumado a la baja velocidad que transitábamos hizo que la parada sea bienvenida.  Pero las dos horas que tardamos en almorzar, las necesitaríamos más adelante. Este tramo figuraba de tierra pero no teníamos idea como estaba después de meses de copiosas lluvias.


La ruta RP1 es asfaltada pero solo la transitamos unos pocos kilómetros  hasta llegar al rio Singuil donde comienza su traza de ripio y el asfalto pasa a llamarse Rp 18. Los primeros km fueron rápidos, sin muchas curvas, pero al llegar a Singuil hasta pasando Loma Larga, se puso más entretenido porque comenzamos a copiar cada recodo que hacia el rio, hasta llegar a una llanura  donde aprovechamos a acelerar para ganar kilómetros pues el ripio, a pesar de ser grueso, era parejo y con largas rectas que dejaban anticipar las curvas. Llegamos a la RP65 donde aprovechamos a agruparnos, pues la polvareda despedida hacia imprescindible  mantener distancia  para poder ver la huella.






Desde el cruce con la RP65 hasta Andalgala nos quedaban solo 40 km, además el ripio estaba grueso y formaba un colchón que nos permitía ir a 90 o 100 km/h. En media hora llegamos, dijimos, pero no fue así. Luego de 15 km pasando por el vado de paraje Agua de las Palomas, y habiendo trepado casi sin darnos cuenta hasta los 1950 mt de altura, nos encontramos que se nos termino el paisaje, al mejor estilo de las películas del lejano oeste cuando caen las carretas con sus caballos al precipicio.
Bajo nuestros pies, nos encontramos con el piso que transitábamos cortado a plomo hasta el valle que estaba unos 1000 metros más abajo.








Desde esa altura se podía ver a lo lejos el sol poniéndose sobre la cordillera de los andes, y la ciudad de Andalgala unida por una delgada huella que travesaba el valle hasta la cuesta que teníamos delante llamada Las Chilcas.
Cuando armamos la ruta no vimos en detalle lo intrincado de esta cuesta, yo les pido la busquen en google earth al este de Andalgala, para que tomen conciencia la magnitud de esta obra. Sobre la pared del acantilado tallaron la ruta, que desde la altura se ve como serpentea una y mil veces apareciendo por acá y desapareciendo por allá formando un inmenso y peligroso  laberinto, que en casi toda su extensión no tiene protección entre nosotros y el precipicio. En tantos años viajando jamás vi en tan poco lugar una cantidad tan impresionante de curvas. Creo que con decirles que para descender desde la parte las alta de la cuesta a la más baja demoramos dos horas, si dos horas y fueron solo 13km!! Estoy seguro que algún día volveré con más tiempo para volver a recorrerla, es más impresionante que la cuesta del Lipam.




Una vez en el valle completamos los pocos km que faltaban por un ripio destrozado y muy mal mantenido hasta la estación de servicio de Andalgala.




Con el sol casi poniéndose nos apresuramos a tomar la RP47 que nos llevaría a Mina Capillitas donde haríamos noche en la hostería El Refugio del Minero, enclavada en medio de la montaña.




Comenzamos  a adentrarnos por el valle hacia el norte donde a pocos kilómetros de divisaban unos cerros, la ruta empieza a ascender en forma continua y pareja sobre la ladera. Los cerros estaban cubiertos por una densa vegetación y la ruta de distinguía a lo lejos su serpentear  porque era lo único que contrastaba con tan verde paisaje.










La cima se hacía inalcanzable, cuando parecía que llegábamos, aparecía otra pendiente y otra más, hasta que al fin la ruta se nivelo, al mirar el GPS nos dimos cuenta que desde  los 1100 mtsnm de Andalgala subimos a los 3250 mtsnm. La ruta está muy bien mantenida, va bordeada de precipicios profundos muy similares a la ruta de la muerte de Bolivia, por lo que hay que ser muy cautelosos. De aquí en más la ruta va por la cima de los cerros avanzando hacia el norte. La noche empezó a complicarnos  el viaje, los bancos de niebla también, haciendo más complicado y lento el avance. En medio de la oscuridad solo de veían cada tanto las luces de los que iban más adelante. A oscuras y sin poder disfrutar el paisaje que nos imaginábamos que nos bordeaba, llegamos al desvío bien señalizado que nos indicaba que estábamos a solo 5km de la hostería. Estos serian los 5 km peores de todo el viaje, pues es un camino particular, mantenido por sus dueños y hecho ganándole espacio a la montaña, se había levantado un viento bárbaro y volaba tierra por todos lados. Los últimos 500 mt fueron un suplicio, en primera, trepada escarpada, curva hacia un lado y sin nivelar curva hacia el otro y seguir trepando sin posibilidad de detenerse porque te ibas hacia abajo. Fue durísimo hasta para la camioneta que nos seguía. Una de las GS1200 se tumbó y entre 4 tuvieron que ayudar a completar los últimos metros.  La hostería es un verdadero oasis enclavado en una quebrada de la montaña con una vista hermosa.




Alimentado por molinos de viento, adentro parece que estuviéramos en la ciudad, teníamos televisión, luz eléctrica en las habitaciones. Tenían salón de conferencias, y gran salón comedor con hogar a leña, muchos turistas extranjeros y una exhibición del mineral que dio origen a la mina ubicada a pocos metros de la hostería, la rodocrosita o llamada también la piedra del inca, que es la piedra nacional. Y este es el único lugar del mundo donde se extrae. Es una piedra color carne rosada, con finas y concéntricas vetas color blanco, hermoso. Los datos de la hostería los pueden buscar en la página web. Ducha de por medio y  a cenar que ya nos esperaba el menú solicitado vía telefónica con antelación. Cabrito para unos, tamales para otros, locro, una variedad de platos exquisitos,  una delicia todo. A media noche algunos comenzaron a experimentar algunos, los signos del mal de altura, el apunamiento.  Insomnio, dolor de cabeza, malestar estomacal, nada complicado pero si molesto. Nos fuimos a dormir temprano porque este tramo fue la peor etapa  del viaje y estábamos liquidados. Esta etapa de haber sabido, era para hacerla en dos partes, porque nos falto tiempo para disfrutar de esta cuesta y poder fotografiar el recorrido, pero bueno ya estábamos en el baile, la noche nos privo de buena parte de la vista.





Dia 4  Mina capillitas – Fiambala


Por la mañana pudimos ver el paisaje que nos rodeaba, que la noche no nos dejo ver. Las chinchillas salvajes, muy similares a las ardillas que vemos en las películas norteamericanas, jugaban entre las motos estacionadas con total tranquilidad.
Comenzamos el descenso del ingreso a la hostería, donde el día anterior Edgardo había mordido el polvo, y la verdad no entendíamos como pudimos superar ese tramo en plena oscuridad.  Una vez en la ruta RP47, y a unos km más adelante se veían los restos de la antigua mina Capillitas y la escuela que funciona en el antiguo obrador.  La ruta desciende desde los 3200 a los 2600 mt,  siguiendo el recorrido del rio, hasta llegar a un extenso llano, donde el camino es una recta perfecta de cincuenta  interminables kilómetros. Acá sí que,  el ripio estaba bastante descuidado y los constantes e incontables lechos de pequeños ríos secos que  la atraviesan van dejando muchos pero cortos arenales. Más de uno derrapo en estos arenales. Después de varios kilómetros le encontré el ritmo, a 90 km/h y parado en los pedalines, vas planeando y no se hace tan duro el camino, solamente conducir la moto, esquivando las piedras más grandes.






Con razón la cartografía del GPS nos indicaba “solo 4x4”, ahora yo le agregaría, “motos también”. Al llegar al asfalto de la ruta RN40, aprovechamos a esperar a los más retrasados a la sombra de unos espinillos. Ahí nos dimos cuenta que la Versys de Lucas había pinchado.  Encendimos el compresor y al tomar presión pudo ubicar con un chorro de agua, la pinchadura. Con el safety, le aplico un tarugo de goma y chau pinchadura.





Que ventaja tener cubiertas sin cámara.
Una vez en la ruta 40, ya asfaltada, rumbo al sur,  transitamos un extenso valle, siempre rodeados de cerros, y curiosas formaciones rocosas de los más variados colores.
 A la altura del caserío llamado Las Cuevas esta la pista de aterrizaje de la famosa mina Bajo de la Alumbrera, a  partir de allí la ruta está en proceso de pavimentación, así que son constantes los desvíos por caminos laterales muy polvorientos. Al llegar a Hualfin cargamos combustible y aprovechamos para almorzar. Adrián e Ivan tuvieron que cambiar una cubierta de la camioneta que les destrozo el ripio. Con la panza llena volvimos a la ruta que era nuevamente de asfalto, con la idea de llegar a Londres para desviarnos por la cuesta de Zapata, pero para desgracia nuestra el playero que nos cargo combustible nos dijo que tal vez estaba cortada. La  ruta va atravesando varios pueblos en su recorrido, siendo parte de sus propias calles. En una de las tantas curvas dentro del pueblo de Belén, Lucas con la Versys, piso arenisca sobre el asfalto y derrapo hasta pegar contra el cordón, fue un susto sin consecuencias, un raspón en la defensa y otro en las manoplas solamente. Eso te hace extremar los cuidados porque uno se va confiando y se distrae.
Al llegar a Londres fuimos consultando y todos nos decían que el camino de la cuesta de Zapata estaba cerrado, y así lo comprobamos al llegar al desvío que conduce a la cuesta, donde un gran cartel nos decía que el camino estaba clausurado.


Fue mucha la indignación, no solo por los kilómetros  de más que debíamos hacer, sino por el hermoso paisaje que nos perdíamos, pero, eran 50 km que teníamos para arriesgar de ida y otros tantos de vuelta, si llegaba a estar realmente cerrado hasta para las motos y no solo para vehículos, así que no quedo otra que seguir por el asfalto hasta el encuentro con la ruta 60.
De allí hasta la ciudad de Tinogasta, que era donde hubiéramos salido si estuviese habilitada la cuesta de Zapata.
De allí en adelante la ruta atraviesa un valle que se nota que antiguamente fue un lecho de un ancho rio, por la cantidad de arena que se ve por todos lados. A las 17 hs llegábamos a Fiambala, rápidamente conseguimos unas cómodas cabañas a la entrada del pueblo, nos cambiamos y nos fuimos a las termas. Es raro que un pueblo que es conocido por sus aguas termales, no tenga señalizado el ingreso a las mismas. Es un lio dar con las calles que nos llevan a la ruta que conduce a las termas, sumado a esto hay que atravesar el lecho seco de un rio con un arenal de unos 100 metros, que a más de uno le complicaba atravesar por ser muy fina y seca. Luego de unos 12 km de un deteriorado asfalto que antiguamente llevaba a una explotación minera del gobierno, llegamos al acceso de las termas.









El complejo está muy bien cuidado, las piletas están bien ambientadas, siguiendo el desnivel natural del rio que les da origen. Las piletas superiores son las más calientes, llegan a los 70 grados, y van desbordando de una a otra hasta llegar a la última cuya temperatura es de 20 grados. Aprovechamos a relajar el cuerpo que después de tantos kilómetros nos lo pedía. En el complejo también hay cabañas pero hay que reservar con mucha anticipación. Cenamos en el mismo restaurant de las termas y brindamos por otra etapa cumplida.






A esta altura del recorrido el stock de ropa interior y remeras ya se había terminado, así que tenía dos opciones, reciclar, y ya se imaginan a que me refiero, o lavar. Lave en la pileta con detergente y tendí la ropa fuera de la cabaña.  Al día siguiente nos quedábamos hasta el mediodía en las termas así que tenía tiempo suficiente para secarse.




Dia 5   Fiambala – Chilecito



Amaneció nublado. Unos mates sirvieron como desayuno. Junte la ropa tendida, que aún estaba húmeda, cargamos los bolsos y nos fuimos a las termas toda la mañana, pues el tramo a chilecito no era muy largo. Yo aproveche a secar la ropa, tendiéndola sobre la moto, bien a lo gitano, pero que importa, el tema era tener la ropa seca y limpia.
Pasamos toda la mañana dentro del agua, nos vino bárbaro. Un matrimonio que venía desde chilecito, nos dio la mala noticia que la Cuesta de Miranda, se encontraba cerrada por que la estaban pavimentando, así que después de chilecito tendríamos que elegir otra ruta. Otro hermoso camino que no podíamos transitar, maldito asfalto, se está devorando las mejores rutas. Después de casi cuatro horas en el agua y con los dedos como mondongo, almorzamos en el restaurant de las termas, para después continuar viaje. Aquí surgió un problema, unos queríamos ir por la ruta RP3 que más adelante se transforma en RP11. Más corta pero de ripio. Y otros, ya cansados del extenuante ripio que pasamos días atrás, querían ir por la Ruta RN60 y luego continuar por la RN40, todo por asfalto. Al llegar a Tinogasta, el playero de la estación de servicio nos dice que la RP3 esta asfaltada, que solo 10km son de ripio, así que por unanimidad tomamos esa ruta. Esos 10 km a mitad de camino, que están sin asfaltar estaban perfectos, parecía asfalto. Nos ahorramos casi 60 kilómetros.




El camino es vistoso y es una constante pero suave pendiente, ondulada por la cantidad de  badenes secos que tiene. El paisaje cambia cuando a nuestra derecha empezamos a ver el cordón del Famatina, todo nevado. Y todos los carteles pintados con graffitis, en protesta contra la megamineria. Esta gente vive de cerca los desastres ecológicos que estas empresas ocasionan. Pues cuando el mineral se termina, levantan campamento y le dejan al pueblo terribles socavones y productos químicos diseminados por todos lados.
Atravesamos Famatina y a pocos kilómetros nos encontramos con unas largas rectas  de la RN40 hasta llegar a chilecito. El reloj marcaba las 17hs, paramos en la plaza principal para estirar las piernas y nos pusimos a buscar alojamiento. De esta tarea se ocupó Fabio, y la oficina de turismo nos recomendó unas hermosas cabañas casi en las afueras de la ciudad. Pero o casualidad, cerca de la terminal del antiguo cable carril de la mina La Mejicana, distante unos 35km montaña arriba. Ya había estudiado por internet todo lo referente a esta obra así que baje los bártulos y con 4 amigos nos fuimos a conocer, primero la terminal. Es una verdadera obra de ingeniería, construida por los alemanes por iniciativa del Dr. Joaquín V. Gonzales en el año 1905. Cuenta con 9 estaciones y a lo largo de los 35km asciende una diferencia de nivel de 3500mt. En la terminal se encuentran los vertederos donde el mineral traído en volquetes, deslizaba a los vagones del tren.




También tenían una playa de maniobras para reparar vagones defectuosos. Ya con los últimos rayos de luz del sol, seguimos el recorrido de las torres para ir en busca de la estación 2 donde se encuentra el motor a vapor que impulsa el primer tramo.

Son casi 12 km entre viñedos y campings hasta llegar a un cerro sobre el cual está dicha estación. Es una especie de museo muy bien mantenida, y se puede apreciar lo monumental de esa obra. Desde el cerro de divisa la Ciudad de chilecito y la recta que forman la línea de torres y el cableado de acero que las une. También fuimos a recorrer a pocos metros de allí las ruinas de que fue en esa época la fundición Santa Florentina, donde en una época parte del mineral extraído de la mina, se procesaba allí.








Ya oscureciendo volvimos a la ciudad, para ir a cenar. Cenamos unas pizzas en la plaza principal, los comercios linderos a la plaza ponen las mesas en la plaza y cruzan la calle con el pedido, nos pareció muy original. La noche estaba agradable para estar comiendo bajo las estrellas.









Dia 6   Chilecito – Jáchal



La idea de tomar la cuesta de miranda quedo descartada, por las refacciones que le estaban haciendo. Tomamos la ruta 74 rumbo a Patquia, pero al llegar a Colorados el cielo se encapoto y comenzó a caer una fina garua, y por lo mojado de la ruta, veníamos siguiendo la tormenta. En Patquia cargamos combustible y nos pusimos los impermeables porque comenzó a llover, y ponía en riesgo nuestra recorrida al parque nacional Talampaya. Pero a los pocos kilómetros se despejo como si nunca hubiese caído una gota.

Para donde uno mire solo se ve tierra colorada como la misionera, y un largo acantilado a mano izquierda, delimitando las provincias de La rioja y San Juan. La ruta esta en excelente estado y constantemente la están manteniendo. Nos comentaban los lugareños que para el mes de junio de este año estarían inaugurando la ruta 150 que une el Valle de la Luna con Jáchal, con una traza por unos paisajes típicos de la prehistoria y con unos 5 o 6 túneles, que incita a recorrerla.
Al llegar al comienzo del parque nacional, se encuentra el pórtico que anuncia que ya estamos en Talampaya.









Unos kilómetros más adelante se encuentra el desvío que ingresa al parque, y donde se encuentra el guarda parques y la oficina de informes. Es un oasis en medio del desierto. Allí contratamos la excursión, pues el ingreso al parque se hace solamente en vehículos de una empresa concesionaria. El valor de la excursión de aprox 2 horas, es de $190. Nos llevaron unos 12 km hasta llegar a una gran muralla natural de dimensiones inmensas. Hay distintas pasarelas para que los visitantes toquen lo menos posible. Allí nos mostraron pictografías de antiguos habitantes, morteros, fauna y flora del lugar.
Las distintas paradas que hacia la excursión nos maravillaban cada vez más, era impresionante la altura y la verticalidad de esos paredones, que nos hacían sentir insignificantes a su lado. El final del recorrido lo festejamos degustando un vino blanco elaborado en la zona, invitación de la empresa concesionaria del parque.





Finalizado el recorrido, volvimos a nuestras monturas, y siendo las 3 de la tarde el calor era sofocante, y la única sombra eran unos pocos espinillos cerca del estacionamiento. Salimos con destino a villa Unión. Comenzó a levantarse un viento norte, muy caluroso, que a medida que avanzábamos era más y más caliente. El termómetro de las motos acusaban unos 39 grados, la ropa quemaba, varios de nosotros teníamos las camperas con tela ventilada, que al circular, de manera increíble, nos refrescaba, y si te quedabas quieto el calor de cocinaba. Al llegar a Villa Unión el playero de la estación de servicio nos decía que era el famoso viento Zonda el que nos acompañaba.




La siguiente etapa era un interminable y desértico tramo de la ruta 40, que a nomas de 10 kilómetros de Villa Unión , la temperatura descendió abruptamente unos 10 grados, increíble la diferencia térmica. Continuamos hasta llegar al tramo que llaman la cuesta de Huaco. Un camino zigzagueante entre cerros bordeando el rio Huaco, por el cañón que forma este rio. Se llega a un mirador donde se ve el rio, sus meandros y el valle que forma. Antes de terminar la cuesta tenemos un túnel  que parece cavado a mano, porque está la piedra viva, y  al finalizar el túnel nos ofrece la vista a un dique llamado los Cauquenes.



Y siguiendo a unos pocos kilómetros de allí, ya estábamos en el centro de Jáchal. La plaza principal atestada de gente. Conseguimos alojamiento en unos apart con buenos precios y muy cómodos. Teníamos parrilla, así que a la noche nos desquitamos con un rico asado bajo una hermosa noche sanjuanina.








Dia 7   San José de Jáchal - Cacheuta



A primera hora de la mañana fuimos a la oficina de vialidad provincial, lindero a nuestro hospedaje, para averiguar el estado del paso de Aguas Negras, cerrado por los recientes movimientos sísmicos del lado chileno. La persona que nos atendió, muy amablemente se comunicó vía VHF con el campamento que se encuentra en el paso, y le respondían que del lado argentino estaba en condiciones, que había temperaturas bajo cero y vientos de 80km/h. Pero que, del lado chileno no estaba todavía en condiciones, que para el medio día tendrían respuestas.




Decidimos  ir, porque nos quedaba de paso, hasta  el puesto fronterizo de Las Flores y de acuerdo lo que nos dijeran cruzaríamos o seguiríamos viaje hacia Cacheuta. Salimos de Jáchal con mucho frio pero un día hermoso. El camino sigue el recorrido del rio Jáchal, por un camino de cornisa con unas vistas de la montaña difíciles de olvidar, un par de túneles cavados en la roca que le dan un atractivo al recorrido.




Unos kilómetros más adelante llegamos al lago de la represa de la cuesta del viento, el lugar preferido para los que practican deportes de vela. Pero curiosamente ese día no había viento y pudimos bajar hasta el lago para sacar fotografías en la blanca arena. Seguimos viaje, cruzando Rodeo, Pismanta y llegamos a la aduana de Las Flores.




Allí nos encontramos con un montón de vehículos chilenos, que habían venido a la procesión de la Difunta Correa, y no podían regresar. Estaban en nuestra misma situación, esperando que del lado chileno avisen que habilitaban el paso.  Luego de una hora de espera, decidimos por mayoría y con mucha bronca suspender por segunda vez el cruce hacia chile por el famoso paso de Aguas Negras. Tomamos la ruta 149 hacia la ciudad de San Juan.




Una vez allí tomamos la circunvalación y en pocos minutos estábamos fuera del tránsito sanjuanino.
Continuamos por la ruta 40, un tramo de ruta sin paisajes y lo único que nos llamó la atención eran unos vados de unos 300 mt de ancho de unos ríos secos, que en lo que sería la parte más profunda tenían unas reglas verticales para, en épocas de creciente, saber la profundidad del agua antes de cruzar.



Unos kilómetros antes de llegar a la ciudad de Mendoza, en una curva adelantamos a un camión que venía pariendo a 40 km/h, y nos  vio  la policía caminera,  que en forma estratégica allí estaban apostados. Se nota que ese lugar es clave y siempre están ahí. Nos piden el registro y ahí ya estábamos en sus manos. Fabio hizo de negociador, porque, además de la multa,  teníamos que retirar el registro recién al otro día, sabíamos que era una manera de presionarnos para que dijéramos la famosa frase, y ahorrarnos el trastorno de pasar un día allí. La sorpresa fue que acá no se usa el “como lo podemos arreglar?”, en Mendoza se lo llama “gauchada”. Así que con una “gauchada” de $100 cada uno, pudimos seguir.
Tuvimos que atravesar Mendoza, subir a la autopista, y gracias al GPS, llegar a Cacheuta a las 17,30hs. El sol ya se ponía, y fuimos hasta las termas que ya estaban cerrando. En el camino hacia las termas habíamos visto montones de cabañas y hospedajes, pero claro, estaban abiertas solamente en verano, ahora la gran mayoría estaban cerradas.
Preguntamos en uno y nada, en otro, no tenía capacidad. Hasta que de ultima y ya de noche encuentro una cabaña, bueno, no sé si llamarlo cabaña, era una cochera hecha alojamiento. El lugar era en medio de un monte y el que nos atendió y su mujer ,parecían una pareja de menonitas, con sus pantalones de granjeros americanos y un acento extraño,  daba miedo, pero era lo que había.  En cada cuarto uno dormía en un colchón en el piso, no había suficientes camas, la puerta del baño, eran de chapa y le faltaba el vidrio arriba, así que venía bien para alcanzar alguna toalla o el jabón. Para qué contar lo que era la cama, imagínenla.






Luego del baño la misión era encontrar donde cenar. Como a diez kilómetros encontramos un restaurant poco iluminado, pero abierto. Adentro las luces rojas y de colores, una pequeña pista de baile con un caño, nos hizo pensar que eso no era un restaurant. Pero nó, tenían variedad de platos, así que a la luz de las velas, cenamos. De a poco fueron ingresando parejas, que se veían que no eran matrimonios, precisamente. 





Dia 8    Termas de Cacheuta



Bien temprano dejamos el establo y salimos a buscar otro alojamiento. A pocos metros encontramos unas casitas con somier, tv, parrilla, todo un lujo, y al mismo precio que el establo.




Salimos hacia el complejo termal. Es muy grande, muchas piletas, pero…. es para el verano, en invierno hay pocas piletas con agua con temperatura  agradable. En nuestro caso solo dos piletas tenían agua con 32 o 34 grados, así que parecían un yacuzzi  grande con mucha gente. Pero de todas formas pudimos descansar para recuperar el esqueleto, y encarar el largo regreso a casa.









Al medio día fuimos a almorzar a lo que era la antigua estación de tren, la transformaron en un petit restaurant. Como hacía calor almorzamos a la sombra de una parra. La comida deliciosa y abundante, y los precios, no podíamos creer que habíamos pagado tan barato, la verdad es para recomendar.
Mientras estábamos holgazaneando en la pileta, nos propusimos para el día siguiente, ya que no habíamos podido cruzar a chile, ir hasta los caracoles que forma la ruta después de cruzar la frontera del lado chileno, y recorrer nuevamente el Cristo Redentor, Las Cuevas y el Puente del Inca.
Por la noche nos recomendaron un restaurant suizo que estaba cerrado, pero nos lo abrieron.  Cenamos lo que había, nada de elegir, lo mismo las bebidas. El plato principal…”el picapiedras” que es esto? Una placa de granito de 60 x 30 cm caliente, con un mechero debajo, y fetas de carne que cada uno se la cocina vuelta y vuelta y condimenta con distintas salsas.








Todo muy lindo pero tenía gusto a poco, con semejantes osos, con esos canapés ni siquiera engañamos al estómago, y  cuando vimos el precio, no era como para repetir, y no había otra cosa, así que con un hambre bárbaro fuimos a buscar algún lugar donde comer algún postre.


Dia 9  Cacheuta


Cuando nos estábamos preparando para salir hacia Chile, nos dice quién nos alquilaba las cabañas, que había paro de transporte y no iba a haber combustible. Así fue, cuando fuimos a cargar combustible a Lujan de Cuyo, solo despachaban a ambulancias y patrulleros. Así que decidimos suspender el cruce a Chile, porque en Huspallata donde debíamos reabastecer, no iban a tener combustible y era jugárnosla  y quedarnos tirados en la ruta. Como lloviznaba y mucho para hacer no había fuimos nuevamente a las termas. Donde pasamos todo el día. A la tarde cuando regresamos a las cabañas, Silvio nos esperaba con una picada presentada como para una publicidad  de embutidos y preparo un asado que estaba para chuparse los dedos. Era la última noche antes del regreso, así que estuvimos hasta tarde contando anécdotas, disfrutando de buenos vinos, vivencias del viaje, y también tirando ideas de próximos destinos.





Dia 10   Cacheuta – Junín (Pcia. Buenos Aires)


Temprano estábamos listos para partir, y nos encontramos que el Transalp de Matías se resistía a arrancar. El frio y la batería en edad de jubilar, no quería que comenzáramos el regreso.  Puenteando baterías no dio resultado, así que recurrimos a la fuerza, la arrastramos de tiro con mi moto. Un par  de metros fueron suficientes para darle vida nuevamente.




Para no tener que ir hasta casi el centro de Mendoza para tomar la ruta R7, cortamos camino por una, no sé si llamarla ruta, un camino entre fincas y viñedos, que recorría las principales embotelladoras de los vinos que vemos en las góndolas.
Llegamos a la ruta R7 una hermosa autopista, pero a medida que nos alejamos de la capital mendocina, se va transformando en ruta y el estado es calamitoso. Ni que decir al llegar al límite con San Luis, hay una franja de ruta de un  kilómetro entre ambas provincias, que se nota que ninguna de las provincias se hace cargo, y esta bombardeada prácticamente. Pero una vez cruzado ese tramo, parece que entramos a otro país, las rutas son autopistas, iluminada desde que se entra hasta que se sale de san Luis, un verdadero lujo.




Al llegar a   San Luis capital, buscábamos recargar combustible sin tener que entrar al tráfico de la ciudad, no había una sola estación de servicio sobre la ruta, hasta que pasamos la capital provincial de la mano contraria había una Shell, hacia allá fuimos. Cuando estábamos cargando combustible llega un grupo de motociclistas chilenos, que habíamos cruzado unos kilómetros atrás. Comenzamos la charla, y nos decían que se dirigían a un encuentro en El Dorado, Misiones. Las motos eran todas iguales, pero con distinto equipamiento, de una marca china Star, con una cilindrada de 650cc y un estilo a las Victory Americanas, muy bonitas.








Seguimos siempre por la ruta 7, así pasaron Villa Mercedes, Vicuña Mackenna y en Rufino nos despedimos de Silvio y José  que iban a Venado Tuerto. La ruta hasta llegar a Junín se hizo interminable, será que nunca viajamos por ella y los kilómetros no pasaban más. Al atardecer llegamos a Junín, después de hacer unos casi 900 interminables kilómetros. Paramos en un hotel sobre la ruta que también tenía tenedor  libre, así que de allí no salimos.


Dia 11   Junín –Santa Teresita


Tomamos la ruta 7 nuevamente hasta Chacabuco, Chivilcoy y Mercedes. Una vez en la vieja y querida ruta 41, los paisajes ya  nos eran familiares, y los kilómetros pasaban casi sin darnos cuenta.  Una vez que cargamos combustible en Castelli, el último tramo ya lo hicimos a una velocidad más alta, ya queríamos merendar en casa. Algunos, los más pollerudos del grupo salieron desaforados, para llegar antes, no sé, como queriendo encontrar al famoso, pata de lana en la casa.
En la rotonda de San Clemente, nos abrazamos y agradecimos el haber llegado sano y salvo, sin ninguna desgracia ni material ni personal.

El recorrido sumo casi 5000 km,  gastamos unos $ 4000 de combustible y otros $4000 de alojamiento y comida. Y recuerden, en Mendoza las contribuciones son llamadas,  gauchadas!!
Por cualquier consulta soundbeach2011@facebook.com